La siguiente mañana, en el Palacio Real de Griven, Arlan fue a visitar a su padre en su estudio a primera hora del día, antes de que el Rey de Griven comenzara a recibir a sus ministros de la corte.
Vestido con un abrigo ceñido de raso azul claro hasta la pantorrilla, con una corbata negra y chaleco blanco debajo, junto con sus pantalones blancos puros, se podría decir que su apariencia no era nada menos que impecable, como la de un príncipe encantador salido de un libro.
—Buenos días, padre —saludó el Príncipe Heredero mientras se inclinaba ante el hombre de mediana edad que estaba sentado detrás del escritorio.
—Buenos días, hijo. ¿Qué te trae tan temprano al estudio de tu viejo? —el Rey de Griven le hizo un gesto para que se sentara, llevando una ligera sonrisa en sus labios.
Arlan se sentó en la silla frente al hombre mayor que continuaba trabajando en asuntos importantes.