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Inicialmente, Xaviera Evans pensó que esta tarea no era particularmente peligrosa. Después de todo, aquellos que planeaban venderla al burdel no la lastimarían. Además, incluso si lo intentaran, esos débiles no serían rival para ella. Por otra parte, los asesinos del Pabellón de Lingo la seguirían y asegurarían su seguridad.
—No hables —Caleb Mamet la sostuvo firmemente en sus brazos, respirando de manera superficial—. La Sra. Mamet está a punto de hacer algo importante; ¿cómo podría yo, como tu esposo, dejarte enfrentar el peligro sola?
En la oscuridad, Caleb apretó su mano firmemente, dándole una sensación de seguridad, como si temiera que ella pudiera asustarse.
Ella no sabía cuánto tiempo él había estado esperando en el camión por ella; su cuerpo estaba ligeramente frío, pero sus labios eran cálidos mientras besaban suavemente y sin cesar a la mujer en sus brazos como si fuera el tesoro más preciado del mundo.