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Xaviera Evans fue la primera en romper el silencio, burlándose.
—Señorita Swift, estamos hablando de esta pintura de rosas, no de algún jardín de rosas. ¿Por qué está tan nerviosa?
—¡Tu culpa se está mostrando! ¿No fue este jardín de rosas pintado por ti?
La cara de Tracy Swift estaba retorcida, sus ojos llenos de miedo, su frente cubierta de un fino sudor, mirando fijamente la pintura de rosas, como si su sangre se hubiese convertido en hielo.
—Evans, no digas tonterías, yo, yo no tengo nada de qué sentirme culpable... —la voz tartamudeante de Tracy solo hacía a los demás más sospechosos.
La Sra. Swift permanecía tranquila, su mirada escalofriante, «Señorita Evans, debe proporcionar evidencia cuando habla. Nuestra familia Swift es una familia académica y Tracy ha recibido la mejor educación desde la infancia. Ella es una dama noble superior en la Ciudad Imperial, ¿cómo podría robar la pintura de alguien más?»
