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Xaviera Evans tomó aire, sin saber cómo responder por un momento.
Los ojos del hombre estaban llenos de complejidad. —Lo siento, necesito ocupar temporalmente su cuerpo, pero él volverá pronto.
Los dos guardaron silencio todo el camino, y cuando salieron del coche, vieron a Yvette Flack sonriendo en la entrada.
Caleb Mamet le abrió la puerta del coche a Xaviera Evans y susurró:
—No sé por qué desperté tampoco. Todo lo que puedo decir es que no es intencional, pero él debería volver para acompañarte esta noche.
Xaviera lo miró incrédula:
—¿Acaso la otra personalidad es tan dócil?
Caleb sonrió y no dijo nada, pero había una emoción indescriptible en sus ojos.