—El dolor en su muñeca era casi suficiente para que Madame Hughes se desmayara —susurró entre dientes. Su garganta estaba seca y no podía decir ni una sola palabra. Sin embargo, su fuerte voluntad de sobrevivir la hizo gritar desesperadamente:
— ¡No fui yo!
—Entonces será mejor que me digas quién fue, quizás podría perdonarte —la risa de Xaviera Evans era escalofriante, su mirada barriendo la multitud. Todos bajaban la cabeza bajo la intimidación de Evans, nadie se adelantaba para admitir los hechos.
Madame Hughes temblaba incontrolablemente, sintiendo que Xaviera efectivamente tenía la intención de matarla —¡Evans! Realmente no fui yo, eres de una generación más joven, ¿cómo puedes...?
Antes de que pudiera terminar, su garganta se tensó de repente cuando Xaviera le agarró el cuello con fuerza —¿Quién destruyó la reliquia de mi mamá? ¿Hablas o no?