Nidya Hughes, al oír esto, no pudo evitar gritar con ira:
—¡¿Cómo te atreves a decir eso?! ¡Todo esto es por tu culpa! ¿Qué te dije antes? El banquete comienza a las siete, pero ya son las ocho y acabas de llegar, haciéndo esperar a tantos ancianos con el estómago vacío, ¿no te da vergüenza?
Xaviera la miró de reojo, sin inmutarse:
—No es como si quisiera venir. ¿No fueron ustedes quienes me invitaron? Si ni siquiera pueden esperar una hora, ¿entonces qué sinceridad tienen?
La cara de Nidya Hughes se enrojeció de ira, su cabeza latía con sangre, tener una conversación con Xaviera podría acortar su vida en diez años. Mientras tanto, Steve Price, que se escondía fuera de la puerta, lo escuchó y no pudo evitar suspirar:
—No deberían haberse preocupado por proteger a la Señora con este grupo de la familia Hughes rondando como tigres, ya que ella parece indiferente a sus amenazas.
