—Xaviera Evans luchó por levantarse del cuerpo de Caleb Mamet, su cara enrojecida roja, y lo miró furiosamente a Yigol Mamet. ¿Acaso este hombre estaba buscando otra paliza? ¿Cómo se atreve a burlarse de ella y de Caleb?
—Por un lado, Caleb Mamet se levantó y se alisó las ropas con despreocupación. Su cara estaba calmada, y no había rastro de vergüenza en su expresión.
—Yigol Mamet, temblando, apuntó a Caleb Mamet y gritó:
—¡Caleb, nunca pensé que fueras este tipo de persona! Esto puede ser una habitación privada, pero ¿cómo puedes holgazanear así? ¿No tienes autocontrol en absoluto?
—Ante estas palabras, hubo un silencio sepulcral en la sala. Caleb todavía estaba sentado en el sofá con una expresión inalterada. Yigol miró a Caleb, notando que no mostraba señales de ira, y respiró aliviado.
—Yigol. —Al segundo siguiente, Caleb habló de repente, con una leve sonrisa en la esquina de su boca. Su voz suave y gentil resonó: