Joanna podía decir que la voz pertenecía al agente de Maddox Allenson, Mike.
—¡Oh, Dios mío, Pequeño Tutu! —Pisadas frenéticas se apresuraron y pronto, el chillido agudo de Lisha Alcock resonó.
Joanna se estabilizó, retiró su mano en shock y presenció una escena horrorosa.
La sustancia que debía salpicar en su cara en su lugar cayó sobre Maddox.
Su mano, bien definida, tersa y artísticamente elegante, ahora estaba de un rojo vivo, con la piel quemada desprendiéndose y la sangre brotando de la herida, goteando por su mano.
Su cara mostraba un dolor inmenso, pero él apretó los labios y soportó sin hacer un sonido.
Mike parecía estar al borde de un colapso.
Lágrimas corrían por su cara mientras sostenía la mano herida de Maddox.
Enojado, ansioso y desconsolado, lloró:
—¡Pequeño Tutu, has perdido la cabeza?! ¿Alguna vez consideraste las consecuencias? ¿Pensaste que esto podría destruir toda tu vida? Estás loca, ¡loca! ¿Quieres matarme?!