Con eso en mente, Lisha Alcock hizo una llamada a Yannick Luther.
Tardó bastante en conectarse la llamada.
La voz perezosa e indiferente del hombre al otro lado se escuchó, acompañada por algunos otros ruidos diversos:
—Cariño, ¿me extrañas?
Lisha dudó por un momento, a punto de hablar, cuando de repente oyó la risa de una mujer.
Su cara cambió al instante, y no pudo evitar preguntar —Yannick, ¿dónde estás ahora mismo?
—¿Por qué? —Yannick no respondió a su pregunta, su voz seguía siendo lánguida e indiferente—. ¿Me extrañas? ¿Quieres encontrarme?
Lisha: "..."
Se apretó los labios, su cara se oscureció.
No creía ni por un segundo que Yannick no supiera del gran lío en el que estaba metida.
Pero él no dijo una palabra al respecto.
A pesar de que había estado con Yannick solo por su dinero y poder, sin un ápice de afecto real, todavía no podía soportar ser ignorada de manera tan flagrante por un hombre.
—Yannick, necesito tu ayuda con algo.
