—Señora White, es usted demasiado amable. Realmente no hice nada. Si dije algo que la molestó, por favor no se lo tome a pecho.
—Para nada. Ay, hemos estado hablando tanto tiempo, debes de tener hambre —La señora White cogió cálidamente la mano de Joanna y dijo—. Dime rápido qué te gustaría comer.
—Pero, señora White...
—¿Podrías complacer un deseo mío? Siempre he querido cocinarle una comida a mi hija, pero... —Los ojos de la señora White se llenaron de lágrimas mientras hablaba.
—Señora White, no esté triste. Si está bien para usted, por favor cocíname un tazón de fideos.
Al principio, Joanna se sintió avergonzada al pedirle a la señora White que cocinara para ella.
Pero cuando la señora White mencionó su deseo de cocinar para su hija, Joanna sintió una tristeza y aceptó de mala gana.
—¿Fideos? ¿Solo un tazón de fideos?
—Sí, es que ahora me apetece comer fideos —En realidad, no quería causarle demasiados problemas a la señora White.
