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Eran las diez de la noche.
El vasto patio de recreo estaba vacío, con apenas gente a la vista.
Solo dos figuras pequeñas circulaban por el patio, una ronda tras otra.
Después de correr tres vueltas, incluso Joanna, quien tenía una buena resistencia, estaba agotada. Se sentó en el suelo, jadeando fuertemente.
El sudor se deslizaba por su frente en grandes gotas.
El cabello y la ropa de ambas chicas estaban empapados con el sudor que había sido calentado de sus cuerpos.
—Cariño, tú... no deberías haber corrido conmigo... —Aria jadeaba sin aliento. Su rostro radiante y delicado estaba goteando con sudor.
Se desplomó en el césped, quedando inmóvil.
Joanna se acostó a su lado, se limpió el sudor de la cara y se rió—. Si no fuera por vengarme de ellas por mí, no tendrías ningún conflicto con esas chicas. Todo ocurrió por mi culpa. ¿Cómo podría dejarte sola?
—Además, hace mucho tiempo que no corro. Es bastante refrescante correr así de vez en cuando.