La mansión Ravenhurst, envuelta en su manto de misterio, aguardaba a Laura Stirling con sus puertas entreabiertas. Después de los inquietantes descubrimientos del capítulo anterior, Laura se sumergió más profundamente en el enigma que rodeaba a su herencia. El capítulo tres, titulado "Puertas que Crujen", marcó el inicio de una serie de eventos que llevarían a la protagonista a explorar rincones más oscuros de la mansión, enfrentándose a puertas que crujían tanto física como metafóricamente.
El día siguiente amaneció con un cielo encapotado sobre Ravenswood, como si el clima mismo reflejara la tensión que se cernía sobre la mansión. Laura, decidida a comprender los secretos de Ravenhurst, se adentró en la entrada principal, donde enormes puertas de roble daban la bienvenida a los intrépidos. Al abrir una de esas puertas, un crujido resonó en el vestíbulo. El sonido parecía susurrar historias de tiempos pasados, como si las puertas fueran guardianes silenciosos de los secretos que yacían más allá. Laura, sintiéndose como una intrusa en su propio hogar, avanzó con cautela. El vestíbulo de Ravenhurst, a la luz de las lámparas de araña que se mecían suavemente, reveló una arquitectura majestuosa. La piedra pulida y las escaleras dobles que se elevaban hacia el segundo piso conferían a la mansión una elegancia atemporal. Sin embargo, también había algo en el aire, una presencia que flotaba entre las sombras. Mientras exploraba el vestíbulo, Laura notó una puerta lateral entreabierta. Al empujarla, un crujido resonó nuevamente, esta vez más audible. El pasillo al otro lado parecía más oscuro que el resto, como si estuviera sumido en una penumbra eterna. Intrigada, Laura se aventuró por este pasillo, sin sospechar que las puertas que crujean a menudo conducen a mundos desconocidos. La puerta al final del pasillo se abrió con un chirrido, revelando un salón que parecía haber sido olvidado por el tiempo. Muebles cubiertos con sábanas, cortinas que se mecían con la brisa inexistente y retratos de antiguos residentes que observaban desde las paredes conformaban un ambiente que resonaba con susurros del pasado. Laura notó un rincón oscuro del salón donde las sombras parecían converger de manera inexplicable. Al acercarse, sintió un cambio en la temperatura ambiente y una extraña sensación de presencia. ¿Era acaso este salón un punto de conexión entre los mundos, o era simplemente la imaginación de una mente intrigada por el misterio?Al investigar más a fondo, Laura descubrió que una de las paredes del salón ocultaba una puerta secreta. Al abrirla, un pasadizo angosto se desplegó ante ella. La penumbra del corredor se intercalaba con destellos de luz provenientes de rendijas en las paredes, dando al lugar un aire de encantamiento. A medida que avanzaba, el crujir de la madera y el eco de sus pasos resonaban en el túnel subterráneo. La sensación de que la mansión tenía más capas de las que aparentaba se intensificaba con cada paso. Laura, guiada por una fuerza que no podía explicar, se adentró en las entrañas de Ravenhurst.El pasadizo la condujo a una serie de habitaciones olvidadas, cada una con su propia historia. En una de ellas, encontró muebles antiguos cubiertos de polvo, como si el tiempo se hubiera detenido en ese lugar específico. En otra, una ventana que dejaba entrar la luz de la luna iluminaba un rincón donde se hallaba un antiguo gramófono. Mientras exploraba, Laura percibió susurros indistintos que flotaban en el aire. Eran voces de otro tiempo, ecos atrapados en las paredes que buscaban ser liberados. Cada encuentro con las sombras parecía una conversación con el pasado, un diálogo entre lo tangible y lo etéreo. En una de las habitaciones, Laura descubrió un escritorio antiguo con cajones cerrados con llave. La mansión, que parecía desear revelar sus secretos, presentó ante ella una llave antigua que encontró en uno de los estantes polvorientos. Al girar la llave en la cerradura oxidada, una corriente de aire frío sopló desde el interior del cajón. Dentro, Laura encontró documentos amarillentos y cartas que hablaban de antiguos ocupantes de la mansión. Entre esos papeles, una carta sin remitente llamó su atención. Contenía enigmáticas referencias a eventos que aún no habían ocurrido y a un destino que parecía estar entrelazado con el suyo.Con la nueva información en sus manos, Laura se embarcó en una búsqueda de más llaves que pudieran abrir las puertas cerradas de La Mansión. Siguiendo pistas, exploró rincones ocultos y resolvió acertijos que parecían haber sido diseñados por el mismo pasado. Cada puerta que se abría revelaba una nueva capa de misterio, una conexión más profunda con la historia de Ravenhurst. Con el tiempo, Laura empezó a notar que las puertas de Ravenhurst no solo eran portales físicos, sino también portales temporales. Al cruzar ciertos umbrales, se encontró retrocediendo en el tiempo, observando momentos clave en la historia de la mansión. Estos destellos temporales la transportaban a épocas pasadas, permitiéndole ser testigo de eventos que habían dado forma al destino de Ravenhurst. La conexión entre Laura y las puertas de Ravenhurst se volvía más evidente con cada descubrimiento.