No transcurrió mucho tiempo antes de que el entorno comenzara a cambiar. De pronto el terreno se puso bastante escabroso. Y ellos se detuvieron ante un despeñadero que provocaba un pequeño cañón. La voz de Najum sonó deformada cuando les gritó.
- ¡Síganme sin temor, yo me encargo! - Y tras esto, sin más saltó al vacío.
Transcurrieron unos segundos antes de que alguno del grupo hablase. Ellos habían quedado en tinieblas tras el salto del hada de verano. Entonces Ondín incendió sus manos y pudo ver el rostro interrogante de los demás. En ese momento la tierra tembló.
- ¿¡Qué están esperando?! - Se escuchó la voz apremiante de Najum, bastante lejana desde las profundidades. Ondín calculó que serían unos veinte metros de caída libre por lo menos. Entonces Cain se adelantó.
- Iré primero.- y antes de que cualquiera pudiese contestar se lanzó. Admirablemente no se escuchó ningún grito.
Sólo pasaron dos segundos antes de que se oyera la voz del tuerto otra vez.
- ¡Salten!
Bruscamente y sin previo aviso el próximo en saltar fue Ikk llevando en brazos a Rin quien profirió un ahogado grito de sorpresa. Una vez se hubo extinguido la voz de la pequeña duende, el príncipe se giró hacia Ondín. La luz de las llamas le dibujaban sombras en el rostro y hacían lucir más oscuro su cabello rojizo.
- No tardes demasiado- dijo y saltó sin dejar de mirarla con la ladina sonrisa dibujada en los labios.
- ¡Espera...! ¡Yo...!
Y con esto estaba sola. Ondín se dijo que recordaría ese momento toda su vida. Bueno, eso era si vivía para recordarlo. El susurrante estaba demasiado cerca, lo podía sentir en sus huesos. Ahora avanzaba con sigilo. Estaba cazando. Tragando en seco. Ondín miró hacia la dirección de donde provenían sus silenciados pasos. ¿Cómo lo hacía? Sin embargo ella sabía que la cosa estaba ya a menos de cien metros.
Por el brillante sol... Entonces ella tomó impulso y saltó.
Para su beneficio ella no gritó. La caída fue más breve de lo que había imaginado. En realidad, ni tuvo tiempo para pensar en cómo caer o en patalear. Ni siquiera en cómo tocaría tierra. Ondín fue atrapada por alguien: ella había aterrizado sobre unos brazos. Tras el breve desconcierto que le provocó aquel acontecimiento ella trató de retirarse, pero los brazos la aprisionaron momentáneamente.
- Eres bastante alta y pesada para ser una hembra. - Le susurró Najum al oído. Ondín se estremeció, quizás porque las palabras le provocaron cosquillas o quizás porque la voz resultaba inquietamente familiar. Él la había atrapado si ningún esfuerzo aparente. Entonces Najum la soltó suavemente, pero una vez que estuvo erguida la tomó de la mano y tiró de ella mientras se lanzaba en una carrera. Su mano era muy grande y callosa y se sentía muy cálida en contraste con la de ella que estaba helada.
- De prisa, los demás ya están escondidos en el bosque. - La sacó de sus pensamientos Najum. Su timbre fuerte le sonaba tan familiar ¿Dónde había escuchado aquella voz antes?
Pronto ellos llegaron a los árboles y Najum continuaba tirando de su mano. Una vez más ella intentó zafarse, pero él apretó su palma con fuerza en silenciosa negativa.
- Ya casi está en el borde. - Se escuchó decir a Jadem. - Najum, Cain, estén preparados. ¿Rin, segura de que esto funcionará?
- Sólo apunte y dispare alteza. - Respondió la pequeña.
Ondín esperó equivocarse, pero Rin sonaba como si se estuviera divirtiendo. En el fondo su amiga debía estar tan loca como su padre, concluyó mientras sacudía su cabeza. Al punto ella sintió que Najum por fin la liberaba y en un acto reflejo se frotó la mano pues sentía una extraña sensación allí. Entonces un estruendo en la cima del despeñadero la devolvió a la desesperada e inquietante realidad. Ondín agudizó su vista con magia porque deseaba ver mejor en aquel momento; ella comprobó entonces que se encontraban a unos sesenta metros del abismo.
Repentinamente, justo en el borde del despeñadero, apareció una impactante figura. El susurrante era como nada antes visto. La mirada de Ondín recorrió dos largas y huesudas piernas. Él era en esencia esquelético: era huesos y piel. El torso pequeño en comparación con sus piernas y brazos. Las extremidades no se diferenciaban en nada: los cuatro miembros terminaban en tres dedos monstruosos de cinco falanges rematados por largas uñas. La cabeza tenía forma oval alargada y era completamente calva. Aun en aquel modo Ondín no podía distinguir demasiado bien los colores, pero casi podía asegurar que su piel tenía una palidez cadavérica. El susurrante no tenía oídos, pero lucía tres ojos en los que no se notaban iris; eran completamente blancos. Pero lo que más aterrorizó a Ondín fue la boca de la criatura. Siempre abierta, tenía tres hileras de largos colmillos en cada mandíbula. Su oscura y gruesa lengua colgaba y babeaba constantemente.
- Por el amanecer... - Soltó por lo bajo sin poder contenerse Ondín. Se había quedado paralizada mientras sentía como si el aliento se le atascara en la garganta.
- ¿Siempre juras como un hada de verano? - Ondín casi saltó cuando sintió la voz de Najum otra vez en su oído.
¿De dónde había salido? ¿No se suponía que debía estar concentrado en la criatura? Ella retrocedió un paso. Pero, por otro lado, se percató de su error. ¡Qué completa idiotez la suya! ¡Ahora sí que la había hecho buena!
Ondín se aclaró la garganta, desesperada por buscar tiempo para hallar una respuesta adecuada. Sin embargo, no encontraba qué decir y se ahogó cuando Najum se le acercó de nuevo. El hada era impertinentemente alta, le sacaba dos cabezas y eso que ella era bastante elevada para ser mujer.
- Está saltando, ¡Por todo lo que es verde, preparaos! - Les alertó Jadem por lo bajo.
Ondín trató de mirar hacia el susurrante, sin embargo, otra vez la distrajo Najum: - Ves, así es como espero que hable un hada de primavera. - Le dijo nuevamente posicionando sus labios muy cerca de su oído. Ella esperaba que aquello no se hiciese una costumbre.
Por supuesto que el extraño desconfiaba de ella a aquellas alturas y a duras penas suprimió un estremecimiento.
- Creo que no le... - Ondín frenó su respuesta porque Najum ya no le prestaba atención. Ahora él se concentraba en tirar su flecha. Un poco más allá, Jadem apuntaba lo que debía ser el extraño dispositivo de Rin, pero Ondín no pudo localizar cerca ni a Cain ni a Ikk.
¡Zas!
Todo ocurrió muy rápido. Una flecha quedó clavada en el pecho de la criatura y otra en el ojo del centro. Mientras Ondín pensaba en lo chocante que resultaba el mutismo de la criatura, porque con aquel aspecto uno esperaba que al menos rugiese o aullase, la red lo envolvió.
El horrible ser se convirtió en una confusión de mallas, brazos y pies. El susurrante cayó estruendosamente precipicio abajo.
Ondín no podía para el temblor en sus extremidades. Por el amanecer... Aún derribado, el susurrante era inmenso y hacía que ella se sintiese insignificante y en parte desvalida.
Sin embargo ,estaba vencido así que Ondín sonrió y estaba a punto de saltar como una cría cuando notó que todos seguían en guardia. ¿No habían ganado ya? Al menos ella se sentía a ratos más positiva. Lo mejor era que, con toda seguridad, quedaban unas dos horas para el amanecer.
- Quita esa tonta sonrisa triunfal de tu cara. - Le espetó de repente Najum lo bastante alto como para llamar la atención de Jadem. - ¿No puedes sentir la energía de su vida? Eso no ha muerto aún.
Si me hubiesen educado justamente en verano tal vez pudiera. Quiso decir ella, pero se mordió el labio para no hablar. No obstante, no pudo reprimir un sarcasmo: - No puedo. Tu imbecilidad está nublando mis sentidos. - Al cabo Ondín sintió un carraspeo que parecía venir de Jadem. El encapuchado por su parte se quedó mirándola con ojos dilatados por unos segundos hasta que, contra todo pronóstico, se echó a reír de buena gana.