"Retire esas fotografías de inmediato fiscal Carrillo!", decía con marcado enojo el juez Pereyra mientras que con su mazo trataba de contener al público en la sala que se unía en expresiones de asco y asombroso. "Lo lamento por aquellos que son de estómago sensible pero les recuerdo damas y caballeros" decía el fiscal Carrillo mientras caminaba hacia el jurado deteniéndose justo frente a ellos y dirigiéndose ahora al resto de la sala, "estamos en presencia del más grotesco y malévolo asesinato cometido en la historia de nuestra ciudad". Para entender un poco mejor los hechos tendremos que retroceder en el tiempo, 15 días para ser precisos. 19 de septiembre de 1978, día sábado, a las 7:58 de la mañana el señor Bernardo Medina encuentra lo que parece ser el cadáver del desaparecido profesor Concepción Jaramillo. El hecho ocurrió en una pequeña zona frondosa ubicada a las afueras del pueblo de Carrasco a pocos metros de la carretera principal que conecta con la capital, el señor Medina pasaba por esa zona cuando tuvo pequeño accidente con uno de sus neumáticos. Una vez terminó de arreglarlo Medina se dirigió hasta aquella área frondosa del camino la cuál era conocida por tener un pequeño riachuelo donde Medina esperaba limpiar sus manos pero se encontró con un río de sangre y sin dudarlo rápidamente se dirigió hasta la comisaría más cercana o al menos esto es lo que quedó plasmado en su declaración tomada por la policía el día del suceso. Para el martes 22 de septiembre de 1978 al mediodía la policía emitía un comunicado que informaba que los restos encontrados el sábado anterior pertenecían al profesor de biología de la escuela elemental primaria de Carrasco, don Concepción Jaramillo. Sin embargo, lo que la policía no dió a conocer al público en general, al menos no en ese comunicado, era el estado en el que habían encontrado el cuerpo del profesor. El cuerpo estaba cortado en partes pero no fue realizado con un objeto filoso pues la carne aún seguía unida por ligamentos y huesos. Se habían encontrado marcas de mordeduras minúsculas pertenecientes a insectos y quizás roedores que habitan en dicha zona. Cuando la información llegó a la prensa lo comenzaron a llamar como el crimen del títere de carne por una especie de mórbida semejanza entre el cadáver mutilado y un títere cuyos miembros se mantiene unidos por un hilo. Se generó un gran revuelo por el crimen principalmente por la mezcla entre la maldad con la que ocurrió y la misteriosa personalidad de Concepción Jaramillo. De vuelta en el juzgado, comenzaban a llamar a los testigos a declarar. El primero que debía aparecer era quien había encontrado el cadáver, Bernardo Medina, no obstante, se negó rotundamente a declarar en el estrado alegando que con su declaración en la comisaría de policía era más que suficiente. Le habían amenazado con imputaciones por los delitos de obstrucción de la justicia o perjurio pero nada de eso fue suficiente para que pusiera un pié en el juzgado. El segundo testigo era Horacio Bermúdez, el director de la escuela elemental primaria de Carrasco. Bermúdez era el patrón, si se quiere, de Jaramillo y por ende debería tener información relevante para el caso. El señor Horacio estaba próximo a jubilarse, después de 35 años en el mundo de la educación. El día de hoy se presentaba en el juzgado con un traje color café y una corbata roja. Se sentó en la silla de los testigos y el juez comenzó a interrogarle. "Señor Bermúdez, podría describir su relación con el señor Jaramillo" inició el juez.
-"Típica relación de jefe y subordinado" respondió Bermúdez.
-"No eran amigos fuera de las aulas" prosiguió Pereyra.
-"En lo absoluto señor juez, Concepción era un hombre reservado y a pesar de que éramos casi contemporáneos en edad, teníamos pocos temas de conversación más allá de la enseñanza" contestó el director.
-"Eso es todo señor Bermúdez, puede retirarse. Que pase el siguiente" así el juez llamaba al próximo testigo. En total, fueron unos 5 testigos los que pasaron a declarar pero en línea general todos parecían apuntar a los mismo. Concepción Jaramillo era un hombre ermitaño, sus únicas interacciones era en la escuela donde enseñaba y nada más. Acerca de su pasado lo único que se sabía era que estuvo casado pero que enviudó muy joven y estuvo viajando por el país enseñando en distintas zonas. Conforme avanzaba la audiencia más notorio se hacía que Jaramillo no tenía enemigos ni rencores del pasado que pudieran haberle asesinado de tal cruel manera. Pero, el fiscal de distrito, León Carrillo tenía un último testigo que pondría el caso en una perspectiva diferente.
-"¿Queda alguien más, fiscal Carrillo?" Preguntaba el juez con aire de cansancio en su voz.
-"Sí su señoría, queda un último testigo. Permítame llamarlo" haciendo un leve gesto con las manos, un policía hacia poner de pie a un jovencito que se encontraba en los asientos del fondo del juzgado.
El jovencito caminaba pesadamente, casi arrastrado por el policía. Llevaba un overol de mezclilla sin camiseta. Tenía el pelo largo rubio que amarraba con una cola de caballo. El joven se sentó con las manos entre cruzadas sobre su rodilla.
-"¿Quién eres tú?" Preguntó el juez sin despegar la vista de sus anotaciones
-"Me llamo Federico Belmonte". Contestó el muchacho.
-"No veo su nombre por ningún lado Carrillo, explicate". Dijo el juez quien comenzaban a ponerse ansioso.
Carrillo comenzó diciendo que Belmonte era un huérfano que trabajaba en la granja de los Miller, éstos era una familia extranjera que se había asentado en el pueblo hace unos 8 años. Era una familia tan acaudalada como hermética con los extraños. Participaban muy poco en las actividades del pueblo y sus hijos eran educados en casa con tutores privados traídos de la capital. Aquel rechazo hacia la sociedad de Carrasco era algo que Jaramillo y los Miller tenían en común.
-"Bien muchacho, haz el favor de contarle al juez lo que nos contaste a nosotros en la fiscalía" decía Carrillo dirigiéndose a Belmonte.
-"Hace ocho meses Concepción Jaramillo comenzó a trabajar como tutor privado para los Miller".
-"¿Estaba usted al tanto de esto, señor Bermúdez?" Preguntaba el juez interrumpiendo al joven Belmonte.
-"Para nada su señoría, las actividades externas de los maestros no nos compete en lo absoluto". Contestaba Bermúdez desde los asientos del juzgado.
Pereyra le pedía a Belmonte que continuara haciéndole una seña con las manos.
-"Como iba diciendo, Jaramillo trabajaba para los Miller" decía el joven Belmonte quien parecía estar sudando profundamente.
-"Pero un los últimos dos meses las cosas se salieron de control". Añadió Belmonte
-"¿Hubo alguna discusión entre Jaramillo y la familia Miller?" El juez Pereyra llevaba sus propias anotaciones de los que los testigos iban diciendo pero con Belmonte parecía no estar tomando nota para nada.
-"Hubo varias discusiones señor juez. Pues verá, los Miller se estaban atrasando en los pagos de la tutoría". Dijo el joven Belmonte.
Tal parece que los Miller habían hecho inversiones en la capital que no habían resultado como esperaban y atravesaban un difícil momento económico. Jaramillo quedó en medio de ese situación desafortunadamente.
-"Jaramillo perdió los estribos y terminó atacando a su alumna, Theresa Miller" agregó Belmonte que tal hecho había ocurrido el día jueves 17 de septiembre alrededor de la 6:30 pm.
-"Vamos a repasar los hechos un momento, señor Belmonte" el juez sonaba irritado.
-"Jaramillo era una persona reservada y ermitaña pero su moral nunca estuvo en tela de juicio, ¿Nos quiere hacer creer usted señor Belmonte que Concepción Jaramillo atacaría a una jovencita y que los Miller cobrarían venganza? Con todo el respeto Carrillo pero estás completamente loco si crees en las palabras de este muchacho ". Pereyra estaba casi gritando en este punto.
-" Señor juez deje que el joven termine su testimonio para que..." Antes de poder terminar de hablar el juez Pereyra mandaba a sacar del recinto a Federico Belmonte quien antes de marcharse se acerca hasta Carrillo y le dice al oído
-'"Sabía que nadie iba a creerme señor fiscal".
Todo el recinto murmuraba sobre lo ocurrido, era de esperarse. Los Miller son como deidades para los habitantes del pueblo. Desde su llegada, eran muchos los que creían que el pueblo había ganado un nuevo status de etiqueta y glamour, aunque la familia se integrara poco y nada, su sola presencia hacía a más de uno suspirar y envidiarles. Que un pobre diablo se atreviera a insinuar que los Miller eran responsables del asesinato de Jaramillo resultaba irrisorio, los periodistas tendría material suficiente para toda la semana. El juez Pereyra con su mazo intentaba poner orden en la sala para dar su veredicto. Pero Carrillo se sabía perdedor. Este era su primer caso en solitario desde que había empezado a trabajar en la oficina del fiscal. En un principio le pareció sorprendente que nadie más persiguiera el caso, él fue el único en ofrecerse a tomarlo y esperaba algo de pelea por parte de sus compañeros. Quizás pecó de ingenuo. Un caso de esa magnitud no iba a tener un final satisfactorio. No con la poca evidencia y con la poca mano de obra calificada de la que disponían en el pueblo. Mientras Carrillo razonaba todo esto el mazo del juez golpeaba con firmeza para llamar la atención de todos.
-" Haré esto corto, a falta de evidencia concluyente y tomando en consideración los testimonios brindados por los testigos hasta antes de la llegada de Federico Belmonte, doy por inconcluso el caso y quedará así hasta que la fiscalía y las partes pertinentes puedan hacer bien su trabajo " y con un fuerte golpe del mazo cerraba el veredicto el juez Pereyra.
Para toda la sociedad de Carrasco aquello fue la semana más caótica que jamás hayan vivido. Entre el horror y la incertidumbre se creó toda una atmósfera de misticismo, habían quienes por una razón u otra creían en el testimonio de Belmonte. El morbo de que sus ídolos pudieran hacer algo así les resultaba una suerte de placer culposo. Algunos más se apegaron a la hipótesis de que Jaramillo había sido víctima de algún asesino en serie que andaba suelto. La situación misma daba lugar para que se crearan muchas leyendas urbanas pero lo cierto era que el responsable de aquel nefasto crimen no fue llevado a la justicia aquel día.
El frío invierno pega más fuerte para estas fechas pensaba un hombre mientras fumaba su cigarrillo y tiraba el humo por la ventana, ciertamente se le congelaban los dedos de esa manera pero tanto a su secretaria como a sus clientes el olor les resultaba incómodo de tolerar. Había probado dejarlo varias veces pero siempre volvía a caer cuando perdía algún caso. Así habido sido desde hace 4 años. Pero ahora más que nunca se veía totalmente incapacitado para dejar de fumar. El hombre apresuradamente apagaba el cigarrillo en el marco de la ventana pues estaban tocando a la puerta de la oficina.
-"Sí! Adelante". Dijo con voz rasposa.
-"Ya está aquí su cita de las 3pm, licenciado". Decía una mujer de mediana edad parada en la puerta.
-"Gracias Camila, hágale pasar".
Por la puerta entraba un hombre joven de unos 24 o 25 años quizás muy joven para estar enfrentando a la justicia. El hombre llevaba un saco color gris y una corbata negra tenía el pelo cortado muy bajito pero se notaba que era rubio.
-"Gracias por recibirme licenciado Carrillo" dijo con aire de familiaridad.
-"No hay de qué muchacho aunque tendrás que perdonarme pues no recuerdo habernos conocido antes" dijo un confundido Carrillo.
-"Antes usaba el pelo largo y me lo ataba con una la cola de caballo" contestó el joven en traje.
Los ojos de Carrillo se abrían de par en par, aquel hombre enfrente de él era Federico Belmonte. No lo veía desde el juicio por el caso de Concepción Jaramillo y aunque se veía bien en apariencia, Carrillo no podía estar más inquieto por su presencia.
-"Me sorprendió saber que se retiró de la fiscalía y ahora ejerce como abogado privado, supongo que uno no siempre permanece en el mismo lugar" decía Belmonte mientras miraba de un lado a otro la oficina de Carrillo.
-"Nunca se sabe lo que nos deparará la vida joven Belmonte" dijo Carrillo mientras se aflojaba la corbata.
-"No por favor, ahora uso mi nombre de casado, dígame Federico Miller ".
Aquella revelación fue un impacto para Carrillo, Belmonte era ahora miembro de la familia a la que años atrás acusó públicamente y bajo juramento de asesinato o al menos les acusó de asesinato en el despacho de Carrillo la noche anterior al juicio. La cabeza le daba vueltas a Carrillo, no sabía que decir ni qué pensar, ante esta situación fue Belmonte, no, Federico Miller quien tomó la palabra.
-" Sé que es bastante impresionante abogado, pero usted mismo lo ha dicho en la vida nunca se sabe" decía Federico Miller mientras sonreía.
-"Perdone mi rudeza señor Miller pero ¿Qué puedo hacer por usted?" Preguntó Carrillo con nerviosismo.
-"Honestamente solo vine a charlar y también a agradecerle" respondió Miller.
-"El caso lo perdimos pero dada las circunstancias actuales, creo que fue lo mejor a la larga" comentó Carrillo apoyando los codos sobre la mesa.
-"Es cierto licenciado pero déjeme que le cuente un poco mejor lo que estaba ocurriendo".
Federico Miller arrancó por decir que él realmente había matado a Jaramillo pero contrario a su declaración original no fue por una pelea de dinero ni nada parecido, en realidad Jaramillo se había propasado con su alumna Theresa Miller, y Federico, que en secreto estaba enamorado de Theresa, en un impulso de ira le asestó un golpe mortal en la nuca con unas tijeras. En medio del pánico recogió el cuerpo de Jaramillo junto a Theresa y fueron hasta el granero de la casa en donde lo comenzaron a cortar pero fueron descubiertos por el padre de Theresa.
-"¿Entonces de quién fue la idea de tirarlo en el riachuelo?" Preguntó Carrillo quien ahora parecía relajarse más.
-"Esa fue Theresa, lo hizo en un momento de descuido del padre y mío. El plan original era enterrarlo en algún lugar de la granja" contestó Miller mientras se reclinaba en su silla.
-"Dígame algo Federico, ¿El juez lo sabía?"
-"En lo absoluto pero el juez Pereyra pertenecía a un grupo de funcionarios públicos que recibían periódicamente un regalo de los Miller si sabe a qué me refiero". Decía Federico Miller con una cierta sonrisa pícara.
-"Ya veo, entonces nunca hubo chances de ganar" decía Carrillo con aire de frustración.
-"No se sienta mal licenciado, usted me ayudó realmente" comentó Miller.
Añadiendo que en realidad tenía muchas ganas de confesar pues la culpa le comía vivo e incluso el padre de Theresa le insistió en hacerlo pero sabía que no le iban a encontrar culpable dado el poder que los Miller tenían.
-"Por la manera en que describe los hechos, todo fue en defensa propia" le interrumpió Carrillo.
-"Puede ser pero aún así mi alma necesitaba algún tipo de castigo y usted, que trabajó en el caso con toda honestidad, me dió una sentencia aunque sea simbólica. Creyó en mi testimonio y me vió tan culpable comos los Miller" completó Federico.
-"Si así lo ve usted Federico pues por mí está bien ".
Antes de marcharse Federico le dejó una tarjeta a Carrillo con su información de contacto y la promesa de que si lo llegara a necesitar siempre iba a estar para él. Así sea para enterrar un cadáver.
Fin