Capítulo 5: Esclavo del destino.
Rayos del sol iluminan el rostro de Alejandro, mientras dormía, unas moscas pasaron por su cara, por más que las espantaba, siempre volvían.
—Ya no dejan dormir a uno a gusto —dijo mientras se levantaba para asustarlas por última vez.
Cuando se había vuelto a acostar rápidamente se volvió a levantar, un ligero aroma a perfume le llamó la atención, era dulce. Al abrir los ojos no podía creer lo que estaba viendo.
—Eh, donde...
Se talló los ojos una y otra vez, pero lo que estaba viendo no cambiaba. Esa no era su habitación, es más nunca podría serlo, todo lo que está ahí vale más de lo que gana en un año.
—¡Acaso estoy soñando! —pellizco su mano. —¡Ay! ¿Qué? No estoy soñando...
Se levantó del sillón en el que dormía, estaba estupefacto ante los costosos que se veían los muebles. Al pasar la mano sobre un mueble, esta se desliza sin ningún problema, dando una sensación agradable. Esa era la verdadera sensación de un producto de calidad.
En la pared central, un cuadro llamó su atención. En él se retrataba una hermosa joven de ojos y pelo verde, qué refleja autoridad. Al acercarse pudo confirmarlo, era una pintura de la más alta calidad, y menos importante, tenía un fondo de color azul, uno de los colores más caros de producir.
—Impresionante —acerco su mano para tocar el cuadro.
Unos pasos ligeros resuenan con el piso de madera acercándose silenciosamente.
—Eso crees, si te soy sincera es uno de los que menos me gusta.
Volteo sorprendido ante la repentina voz. Ahí frente a él estaba la persona del cuadro —Ella es la persona del cuadro —miró de reojo la pintura para confirmarlo —¿Sería, ella, la que me trajo aquí?
—¿En serio? Me parece que está bien hecho. —Será mejor que tenga cuidado con lo que digo. Parece ser alguien muy importante para tener una pintura tan cara.
—Qué extraño, ¿no preguntas como llegaste aquí? —lo miro con curiosidad.
Intento mantener la compostura, cuanto más hablaba su persona desprendía un aire electrificante, contrastando con su belleza. —¿Qué es esta presión que siento? Esto no es normal ¿Cómo una jovencita pude general tal presión? Tengo que contestarle de forma natural.
—Usted me trajo aquí, ¿no es así? Si tuviera que preguntar algo sería solo para saber ¿Qué podría buscar una jovencita como usted, de este humilde señor?
—Acertaste, en cuanto a la razón por la que te traje a este lugar fue porque siempre quise saber que se siente tener una mascota.
Al escuchar esas palabras pareciera como si Alejandro hubiera visto a un fantasma —¿Perdón?
Trato de tranquilizarse a sí mismo —Relájate Alejandro seguramente escuche mal.
—Cómo escuchaste siempre quise tener una mascota.
—Y eso que tiene que ver con que me haya traído aquí.
—A lo que me refiero es que —se acomodó en el sillón con la gracia de un depredador satisfecho. Sus ojos verdes brillaron con un destello de diversión mientras sus labios se curvaban en una sonrisa que hizo que la presión en la habitación aumentara—. Ahora tú eres mi mascota.
Un escalofrío recorrió la espalda de Alejandro. La temperatura de la habitación pareció descender varios grados mientras procesaba esas palabras. —¿Mascota? No, debe ser una broma de mal gusto.
—Parece que aún no lo entiendes, bien te lo explicaré. Desde hoy en adelante me perteneces.
—Lo siento, no quiero participar en sus juegos, señorita, me marcho.
Alejandro se alejó hacia la puerta —¿Habré hecho lo correcto?
La voz de aquella chica lo detuvo —Alto ahí, te lo dije, no es así, eres mi mascota. En pocas palabras eres mi esclavo, ¿lo entiendes? Si es así regresa ahora mismo o acaso, ¿quieres averiguar qué pasará si pasas por esa puerta?
—No puede retenerme aquí contra mi voluntad —respondió Alejandro, aunque su mano tembló ligeramente sobre el pomo de la puerta.
—¿Eso crees? —Elsa soltó una risa suave que hizo que el aire se volviera más denso—. Mírate el pecho.
Alejandro bajó la mirada. Un destello verdoso palpitaba bajo su camisa. —¿Qué es esto? ¿Cuándo lo...?
—Es un orbe de vinculación —explicó Elsa, levantándose con elegancia del sillón—. Mientras lo lleves dentro, tu vida me pertenece. Un paso más hacia esa puerta y... bueno, ¿por qué no lo compruebas por ti mismo?
Alejandro incrédulo dio un paso hacia la salida. Fue entonces cuando un dolor agudo atravesó su pecho, como si mil agujas se clavaran en su corazón. Cayó de rodillas, jadeando.
—Te lo advertí —Elsa se acercó, sus pasos resonando sobre la madera pulida—. No soy cruel, ¿sabes? Solo quiero que entiendas tu posición. Sé obediente y te trataré bien.
—Usted, ¿Quién es, que es lo que busca de mí? —dijo mientras apretaba su pecho por el dolor.
—¿Cómo llegué a esto? Alejandro apretó los puños contra el suelo, tratando de recuperar el aliento. El orbe en su pecho seguía pulsando, recordándole su nueva realidad.
—Levántate —ordenó Elsa—. Y mírame cuando te hablo.
El cuerpo de Alejandro respondió casi automáticamente, el orbe ejerciendo su influencia. Al encontrarse con aquellos ojos verdes, supo que su vida anterior había terminado.
—Soy Elsa Santillan III, tu nueva ama —dijo mientras lo miraba con inferioridad.
Alejandro se sorprendió al escuchar su nombre —Esto no puede ser, entonces eso significa que no puedo hacer nada.
Resignado, no tuvo más opción que fingir y obedecer—Sí... mi señora —las palabras salieron amargas de su boca, pero el dolor en su pecho disminuyó.