En un claro alejado del pueblo, Al se sentó en meditación, rodeado de la tranquilidad del bosque. La luz del sol se filtraba a través de las hojas, creando un mosaico de sombras danzantes sobre su piel. Era un momento de paz, un espacio donde podía concentrarse en el flujo de energía que había estado aprendiendo a dominar. En los últimos tres años, sus esfuerzos constantes en el cultivo lo habían llevado a alcanzar el 70% de su nivel de recolección de qi. Cada día, se acercaba más a su objetivo de convertirse en un maestro del qi.
¿Qué era el qi? Al pensó en la energía vital que permeaba todo el universo, esa fuerza que potenciaba la vida de cada ser. Había aprendido que el qi interno era la energía que residía dentro de cada ser vivo, fluyendo a través de meridianos invisibles que conectaban cada parte del cuerpo. A medida que meditaba, podía sentir cómo el qi se movía en su interior, como un río que fluía sin restricciones. La clave para desbloquear su verdadero potencial era aprender a mover y controlar ese qi, permitiéndole amplificar su fuerza y resistencia.
Por otro lado, el qi mundial era la energía que rodeaba a todos los seres vivos. Era el qi que se encontraba en la tierra, en el aire, y en cada molécula habitada del bosque. Al había pasado años aprendiendo a conectar su qi interno con el qi mundial, sintiendo cómo el poder del universo se fundía con su propia esencia.
Imaginó cómo las moléculas de energía danzaban a su alrededor, cómo el qi se movía en su interior y en el mundo que lo rodeaba. Con cada inhalación, comenzó a sentir el qi de cada molécula, absorbiendo su esencia. Era como si cada ser viviente, cada planta, cada piedra estuviera conectado a él.
Al se concentró en la respiración, asegurándose de que cada inhalación fuera perfecta. Si fallaba, su qi se contaminaría. La idea de perder el control lo llenaba de rabia y desesperación, recordándole que no podía permitirse ser un mortal. Debía ser más que eso; debía ser el dios que el mundo temería por su venganza.
Sentado en una piedra grande, Al comenzó a sincronizar su qi interno con el qi externo. Era un proceso delicado. Cada molécula de qi que entraba en su cuerpo debía ser cuidadosamente alineada con su energía interna. Visualizó su dantian, el centro de energía en su cuerpo, y comenzó a recolectar el qi externo, como si fuera un pulmón que absorbía aire.
[No solo eso, maestro, el qi interno es tu firma, tu huella dactilar que permite al mundo reconocerte como de ese planeta. Es único, y por eso la cultivación dual es aún más difícil, pues tienes que recolectar qi externo y sincronizarte con el qi de tu pareja y con el externo. Si lo haces a la perfección, sería como cultivar con un cuerpo doble, pero si haces un solo fallo, se contamina tu qi y se dificulta avanzar]
A medida que el qi externo se mezclaba con su qi interno, se sentía cada vez más lleno, pero no lo suficiente. Sin embargo, sabía que, para avanzar a la siguiente fase de su cultivo, debía llenar completamente su dantian con qi puro. Esto era esencial, ya que cada pequeño fallo podría arruinar todo el esfuerzo.
Finalmente, después de un arduo entrenamiento, Al sintió que había alcanzado el límite de su capacidad actual y que si continuaba, solo lastimaría sus venas, pues el qi puede ser potenciado, pero también es un ácido impuro que contamina las venas. Con una última respiración profunda, sintió cómo el qi puro llenaba su dantian, pero al mismo tiempo, parte de él se deslizaba hacia afuera, convirtiéndose en qi externo.
Concentrándose, Al entendió que cada ciclo solo recolectaba un 0.0001% de qi puro, lo que lo acercaba a su meta, pero aún estaba lejos. A pesar de ello, sentía un profundo sentido de logro.
Mientras meditaba, la calma del bosque se vio interrumpida por la llegada de Lyra. Su rostro, usualmente sereno, estaba marcado por la preocupación.
—Al, necesitamos tu ayuda —dijo, su voz grave pero llena de urgencia.
—¿Qué es? —preguntó, manteniendo su voz serena, mientras un brillo oscuro pasaba por sus ojos.
—Un monstruo de rango A, bastante fuerte. Ha estado atacando a los aldeanos, y... —su voz se entrecortó por la ansiedad—. Los hombres del pueblo están asustados y no saben qué hacer. Te necesitan.
Al, en su interior, comenzó a sopesar la situación. La idea de dejar que el monstruo causara estragos antes de aparecer como un héroe era tentadora. Si se hacía el héroe después de que todo estuviera en ruinas, podría ganar más admiración. En su mente, la imagen del caos se transformaba en una oportunidad.
Al se levantó lentamente, sintiendo cómo su cuerpo estaba lleno de energía lista para ser liberada. La imagen de ser visto como un salvador lo llenó de satisfacción. Con su mente enfocada en el monstruo y su propia imagen, se dirigió al pueblo con una resolución renovada.
A medida que se adentraban en el bosque, Al sintió cómo su conexión con el qi se intensificaba. Las hojas susurraban secretos, y el viento traía consigo el eco de las vidas que dependían de su intervención. Este era el momento perfecto para actuar.
—Vamos —dijo Al, una sonrisa fría formándose en sus labios—. No debemos perder más tiempo.
Con la mente maquinando su plan siniestro, Al se dirigía a enfrentar al monstruo.
A medida que Al caminaba lentamente por el bosque junto a Lyra, su mente se llenó de la belleza del entorno. Los árboles se alzaban majestuosos a su alrededor, sus troncos gruesos y llenos de vida. Las hojas susurraban secretos al viento, creando una melodía suave que lo envolvía. Al se detuvo un momento, permitiéndose ser absorbido por la esencia de la naturaleza.
—Mira esos árboles, Lyra —comenzó a decir, su voz casi un susurro—. Son como guardianes antiguos, observando el paso del tiempo. Cada corteza está marcada por las estaciones, y en sus ramas se esconden los ecos de lo que una vez fueron. El río cercano serpenteaba con gracia, sus aguas brillando como espejos bajo la luz del sol. Las montañas en la distancia parecían querer tocar el cielo, sus picos cubiertos de nubes que danzaban en el horizonte.
Mientras caminaban en silencio, Al continuaba describiendo el paisaje de manera poética, disfrutando de cada detalle que lo rodeaba. Pero en su interior, una oscura ambición se gestaba, un deseo de ver cómo todo aquello se desmoronaba ante sus ojos.
Finalmente, llegaron a un claro donde la luz del sol iluminaba un pequeño rincón del bosque. Al se detuvo y miró a Lyra.
—Llama a Sirius —dijo, su voz tranquila pero con un aire de determinación.
Lyra asintió y se alejó, dejándolo solo en el claro. Al se quedó allí, con la mente en silencio, sintiendo cómo el viento acariciaba su piel. Nadie sabía lo que estaba maquinando, ni siquiera él mismo. Las imágenes de la destrucción que planeaba crear comenzaron a formarse en su mente.
Después de un rato, cuando el tiempo pareció desvanecerse, Al miró hacia el pueblo. Su mirada se endureció cuando las imágenes del bosque que una vez había descrito se transformaron en ruinas. Los árboles se volvieron cenizas, el río se oscureció y las montañas se desplomaron. Era una dualidad aterradora, un recordatorio de que la belleza y la destrucción podían coexistir en el mismo espacio.
Cuando finalmente llegó al borde del pueblo, una escena desgarradora se desplegó ante sus ojos. Al vio al monstruo, un ser aterrador que se deleitaba en el caos que había desatado. Con movimientos brutales, la criatura despedazaba a los aldeanos, como un tigre que se abalanzaba sobre su presa. Sus garras, afiladas como cuchillas, desgarraban la carne con facilidad. La sangre manaba, tiñendo el suelo de un rojo profundo mientras los gritos de desesperación llenaban el aire.
La monstruosa figura era un cuerpo de gorila, pero mucho más grotesca. Su piel estaba cubierta de un pelaje espeso y oscuro que brillaba a la luz del sol. Los dientes, grandes y anchos como los de un hipopótamo, sobresalían de su mandíbula, mientras sus ojos, cuatro en total, centelleaban con una inteligencia malévola. Tenía dos pares de brazos musculosos, cada uno terminado en garras que parecían diseñadas para causar el máximo dolor.
Al sintió una que comenzaba a burbujear dentro de él. Observó cómo la criatura continuaba su ataque, ignorando la vida que se desvanecía a su alrededor.
Sin embargo, se sentó en el suelo, dejando que el espectáculo del caos lo absorbiera por un momento. Esto era solo el comienzo. Con una calma aterradora, esperó a que Sirius y Lyra llegaran.
Poco después, Sirius apareció, seguido de Lyra. La preocupación en sus rostros se contraponía con la determinación que Al sabía que debía mostrar.
—Al, ¿qué planeas hacer? —preguntó Lyra, su voz llena de ansiedad.
Al los miró, sus ojos reflejaban una mezcla de frialdad y ambición. Sin necesidad de palabras, su cuerpo se movió con gracia mientras se levantaba. Estaba listo para enfrentarse al monstruo, el caos y la destrucción que había estado esperando.
Sin más dilación, Al se lanzó al combate.
Al sintió la energía burbujear en su interior mientras se preparaba para el combate. Con un movimiento rápido, se lanzó hacia el monstruo, su cuerpo ágil cortando el aire. En un instante, levantó la pierna y le propinó una potente patada en el pecho. El impacto resonó como un trueno, y el monstruo fue lanzado hacia atrás, rompiendo árboles a su paso.
Los troncos crujieron y cayeron al suelo mientras el monstruo se deslizaba entre las copas de los árboles, dejando un rastro de destrucción a su paso. Al se quedó momentáneamente observando la escena, sintiendo la adrenalina correr por sus venas. Era el momento perfecto para mostrar su poder.
El monstruo se levantó con un rugido ensordecedor, mostrando sus colmillos afilados mientras sus cuatro ojos centelleaban con furia. Al vio cómo la criatura cargaba hacia él, levantando sus enormes brazos en un intento de aplastarlo. Con una rapidez que sorprendía, Al se deslizó hacia un lado, esquivando el golpe que habría hecho añicos cualquier cosa que hubiera estado en su camino.
—No soy tan fácil de atrapar —murmuró Al para sí, su voz serena contrastando con la ferocidad del combate.
Mientras el monstruo se desestabilizaba por el fallo en su ataque, Al lanzó un contraataque, golpeando la costilla del monstruo con un puñetazo rápido y preciso. La criatura gruñó, pero Al no se detuvo. Con una agilidad sorprendente, saltó hacia atrás, evitándose un ataque de las garras que arañaron el aire donde había estado.
Todo en el combate era un baile, una coreografía de movimientos veloces. Al podía sentir la energía del qi fluyendo dentro de él, amplificando cada uno de sus movimientos. La fuerza del monstruo era aterradora, pero él era astuto y rápido. A medida que el monstruo atacaba, Al se movía como una sombra, esquivando y contraatacando, sus golpes siendo tan precisos como mortales.
El monstruo, enfurecido por el dolor y el desprecio, levantó un brazo enorme y lo lanzó hacia Al, pero este se deslizó hacia un lado y utilizó el impulso del monstruo para su propio beneficio. Con un giro ágil, propinó una patada en la rodilla de la criatura, haciendo que se tambaleara. Las garras del monstruo desgarraron el suelo, levantando polvo y escombros mientras trataba de recuperar el equilibrio.
Al vio su oportunidad. Con un salto impresionante, se posicionó detrás del monstruo y le asestó un golpe en la espalda que resonó en todo el bosque. El monstruo gritó, un sonido que sonaba como el crujido de una puerta antigua, y se giró para enfrentar a Al, sus ojos llenos de ira.
—¡Eres lento, monstruo! —gritó Al, burlándose mientras lanzaba un puñetazo en dirección al rostro del ser. Sin embargo, el monstruo desvió su ataque con un brazo, haciéndolo tambalearse hacia atrás. Al sintió el impacto de un golpe en su costado, y el dolor lo atravesó, haciéndole perder el equilibrio.
Fue un descuido fatal. El monstruo, aprovechando la oportunidad, lanzó un golpe devastador. Al no pudo evitarlo; el puño del gorila lo impactó con tal fuerza que rompió varios árboles a su alrededor, haciendo que cayeran como si fueran hojas secas. Al cayó al suelo, sangre brotando de su boca.
—¿Ha servido el templado? —se preguntó para sí mismo, sintiendo el ardor en su pecho. El dolor no era suficiente para detenerlo; en cambio, alimentó su rabia.
Los árboles crujían y se partían a su alrededor mientras el monstruo se movía, devastando el entorno con cada movimiento. Al supo que no podía dejar que el combate se acercara al pueblo; debía llevar la pelea más lejos. Con un movimiento hábil, giró sobre sus talones, utilizando la inercia de su ataque para alejarse del monstruo y llevarlo hacia un área menos poblada.
El monstruo lo siguió, furioso y descontrolado. Cada vez que Al esquivaba, la bestia rompía todo a su paso. Rocas, árboles y arbustos volaban en todas direcciones mientras Al mantenía su distancia, buscando el momento perfecto para atacar.
—Vamos, sigue intentando —gritó Al, desafiando al monstruo mientras giraba y lanzaba una patada en el aire, desviando un golpe de las garras que venía hacia él. Su voz resonaba con confianza, pero en el fondo, sabía que la batalla apenas comenzaba.
Finalmente, el monstruo, desesperado por atraparlo, cargó con toda su fuerza, pero Al se mantuvo firme. Se agachó justo a tiempo, dejando que el monstruo pasara por encima de él. Luego, con un movimiento rápido, se levantó y le propinó un fuerte golpe en la mandíbula, haciendo que el monstruo retrocediera, tambaleándose.
Los dos se encontraban en un juego mortal de ingenio y fuerza, Al usando su agilidad para esquivar cada ataque y encontrar los puntos débiles de la bestia. En un momento crucial, cuando el monstruo levantó ambos brazos para golpear, Al se deslizó entre sus piernas y le dio un empujón en la parte posterior de las rodillas. La criatura cayó de espaldas, su cuerpo gigantesco rompiendo varios árboles al caer.
Era el momento que había estado esperando. Con un esfuerzo monumental, Al concentró toda su energía en un solo ataque, propinando un golpe que envió al monstruo volando hacia el borde del pueblo. La criatura atravesó el aire, creando una nube de polvo que se elevó hacia el cielo.
Con el monstruo caído, Al se tomó un momento para recuperar el aliento. Se acercó a la nube de polvo que aún giraba en el aire, y mientras lo hacía, sintió el contacto de Sirius en su hombro.
—¡Al! —exclamó Sirius, asombrado por la fuerza y la destreza de su amigo—. ¡Lo lograste!
Sin embargo, Al no se detuvo. Sabía que la imagen que mostraba debía ser de un héroe, pero en su interior solo era un niño de 10 años, la ambición seguía palpitando. Miró hacia el pueblo, donde la multitud comenzaba a asomarse, los ojos llenos de expectación.
—Voy a dejar esto en tus manos —dijo Al, dándole una palmada en el hombro a Sirius—. Deja que vean lo que han estado esperando.
Sin más palabras, Al se desvaneció en la penumbra, dejando a Sirius frente al desafío de calmar a la multitud y mostrarles el verdadero rostro de Aurora.
Mientras la nube de polvo comenzaba a asentarse, Sirius dio un paso adelante, su figura resaltando contra el fondo de destrucción. La multitud que había empezado a reunirse miraba con asombro, sus rostros llenos de incertidumbre y miedo. Sin embargo, Sirius sabía que este era su momento de brillar, de convertir el caos en una oportunidad.
—¡Gente del pueblo! —gritó, alzando la voz para que todos pudieran escucharlo—. ¡Soy Sirius, y vengo de parte de Duskfall! Hoy hemos derrotado a la bestia que amenazaba sus vidas, y me gustaría invitarlos a celebrar. Este pueblo necesita un nuevo comienzo, y Aurora está aquí para apoyarlos.
Algunas miradas se iluminaron ante la mención de Aurora. La esperanza parecía florecer en medio de la devastación.
—¡Duskfall es un lugar donde la gente puede comenzar de nuevo! —continuó Sirius, con una sonrisa cálida—. Los invito a venir y disfrutar de una buena cerveza, un lugar donde todos somos una familia, donde nadie queda atrás.
El murmullo de la multitud se intensificó, pero pronto, un hombre mayor, con el rostro surcado por las marcas de la preocupación, levantó la mano y preguntó:
—¿Por qué no llegaste antes? ¿Por qué tuviste que esperar a que el monstruo atacara?
La pregunta resonó en el aire, como un eco que desafiaba la imagen de héroe que Sirius intentaba construir. Sin embargo, no perdió la calma. Con una mirada comprensiva, respondió:
—Mi hermana estaba enferma, y cuando me enteré de lo que ocurría aquí, me aseguré de que ella estuviera a salvo antes de venir. Al enterarme del monstruo, hice todo lo posible por llegar lo más rápido que pude. No podía dejar que el miedo gobernara sus vidas.
El pueblo, que había estado sumido en el caos, comenzó a murmurar entre sí. Las miradas de desconfianza se desvanecieron, y una sensación de admiración empezó a crecer hacia Sirius.
—Entonces, ¿qué debemos hacer? —preguntó otra mujer, su voz llena de esperanza.
—Vengan a Duskfall, donde encontraremos un camino juntos —respondió Sirius, su tono lleno de sinceridad—. Haremos de este lugar un hogar. Donde todos seremos bienvenidos, sin importar nuestro pasado.
Y así, con sus palabras resonando en sus corazones, la multitud comenzó a moverse, uniéndose a Sirius mientras se dirigían hacia Aurora. Aunque la verdad estaba teñida de mentiras, el deseo de una nueva vida era suficiente para hacer que la gente siguiera a aquel joven que se había presentado como su salvador.
Mientras Sirius guiaba a los aldeanos hacia un nuevo futuro, una sensación de triunfo llenó el aire. Aurora estaba en marcha, y con ella, un nuevo capítulo para todos.