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Chapter 5 - Capítulo 1: La primera aventura

Isabella de la Rosa nunca había salido de su mansión. Rodeada de lujos y comodidades, la joven vivía en un mundo de ensueño. Pero una inquietud desconocida comenzó a agitar su alma, impulsándola a explorar más allá de los muros que la separaban del resto del mundo.

Una mañana, decidida a descubrir la vida que latía fuera de su dorada prisión, Isabella se aventuró a salir sin previo aviso. Vestida con ropas sencillas y un sombrero que ocultaba su rostro, la joven heredera caminó por las bulliciosas calles del mercado de Clarion.

Los olores y los sonidos la inundaron. Los puestos abarrotados de mercancías de todo tipo le parecían un mundo nuevo y fascinante. Isabella se detuvo a contemplar los coloridos tejidos, las frutas y verduras frescas, las especias exóticas y los objetos extraños que nunca antes había visto.

De repente, un anciano encorvado y arrugado se le cruzó en el camino. El hombre llevaba un bastón gastado y sus ojos destellaban sabiduría.

"Joven señorita, ¿busca algo más que lo que sus ojos han conocido hasta ahora?", le preguntó el anciano, cuya mirada parecía penetrar los muros que rodeaban el mundo de Isabella.

Isabella se sorprendió por la pregunta. ¿Cómo sabía el anciano lo que ella buscaba?

"Sí", respondió Isabella. "Quiero aprender sobre el mundo que hay fuera de mi mansión."

"Entonces, ha venido al lugar correcto", dijo el anciano. "El mercado es un reflejo de la vida misma. Aquí encontrará todo lo que pueda imaginar, tanto bueno como malo."

El anciano se ofreció a acompañar a Isabella por el mercado. A medida que caminaban, el hombre le contó historias de vidas marcadas por la adversidad, de sueños rotos y esperanzas perdidas. Isabella, cuyos ojos se llenaban de asombro y compasión, empezó a comprender que el mundo que ahora descubría era tan complejo como el interior de su mansión, pero de una manera diferente.

Al final del día, Isabella estaba agotada pero feliz. Había aprendido más en ese día que en toda su vida.

"Gracias", le dijo al anciano. "Ha sido un día inolvidable."

"El placer ha sido mío", respondió el anciano. "Espero que vuelvas pronto."

Isabella se despidió del anciano y se dirigió a su mansión. Mientras caminaba, pensaba en todo lo que había visto y oído. Sabía que su vida ya no sería la misma.