Todas las historias comienzan de manera única. Algunas empiezan con sangre y lágrimas, un dolor profundo como el rencor, mientras que otras se inician con una simple presentación. La historia que nos ocupa se inicia con la caída de una persona cualquiera.
Esta persona no tenía aspiraciones, carecía de un propósito más allá de sobrevivir un día tras otro. Era arrastrada por una especie de caña de pescar, conectada a ella mediante una delgada cuerda que la llevaba a un lugar desconocido. Mientras su conciencia se despertaba gradualmente, sus ojos se abrían al misterioso entorno que la rodeaba.
"Dónde estoy," preguntó la persona mientras era arrastrada, observando con curiosidad el paisaje. ¿Cómo se describe la nada? ¿Es simplemente un fondo blanco o negro? Eran preguntas que se formulaba mientras divisaba esferas distantes de millones de kilómetros. Era un panorama indescriptible.
La persona se sumió en sus pensamientos durante un tiempo, considerando cosas comunes como "estoy muerto". Este estado de reflexión se prolongó hasta que cruzó una nube de color morado. Esta nube emitía un aroma a algodón de azúcar y dulces. El olor penetraba en sus pulmones, irritaba sus ojos y la hacía retorcerse de dolor, deseando incluso arrancarse los ojos. Mientras luchaba con el malestar, empezó a orar desesperadamente para que el tormento cesara.
En medio de su agonía, la persona fue acogida por algo o alguien, cayendo en un cómodo sillón. Era tan confortable que podía sentir la calidad de las plumas que lo conformaban. Aún con lágrimas en los ojos, se las enjugó con desesperación.
"Hola, Jeff, ¿no te gustó el viaje?" Aquella voz amigable y agradable pronunció su nombre, y la persona pudo observar al individuo que tenía delante. Este ser parecía estar en constante transformación, como si la realidad misma lo modelara, aunque su traje morado de elegancia detallada permanecía inmutable.
"¿Qué eres? ¿Cómo sabes mi nombre? ¿Dónde estamos...?" Jeff intentó hacer preguntas, pero fue interrumpido por el individuo que comenzó a comer una barra de chocolate, aparentemente ajeno a su presencia. El individuo sacó unos papeles y comenzó a leerlos como si fuera una rutina.
"Tu realidad es asombrosamente común. El aburrimiento y la monotonía la hacen fascinante. Ni siquiera el diablo concebiría algo tan malicioso," expresó el individuo con un tono juguetón, transformando su expresión seria en una sonrisa diabólica. Mientras terminaba su chocolate y lo arrojaba a la basura, agregó, "Ver cómo las personas se oprimen a sí mismas es malvado y aburrido, pero encantador."
"Perdón por ser grosero," se disculpó el individuo, ofreciendo una barra de chocolate a Jeff. "Soy el guardián, un ser de poder incalculable. Has sido traído aquí debido a un crimen que has cometido."
El guardián se levantó de su asiento y generó un holograma que mostraba tres pisos. "Estás en Scriptorem, que consta de tres pisos: el primero, el segundo y el tercero. Te encuentras en el primero," explicó el guardián con optimismo, mientras ampliaba la imagen del primer piso para mostrar un complejo esquema. Jeff no pudo comprender la complejidad del esquema, por lo que se limitó a comer su chocolate, ya que era lo único que le resultaba comprensible en aquel momento.
"Para salir del primer piso, debes aprender una lección. Solo cuando tomes conciencia de tu crimen y aprendas de él, podrás ser libre."
"¿Qué?" exclamó Jeff, sorprendido por la respuesta del guardián. Aunque sentía desconfianza y deseaba hacer más preguntas, solo pudo terminar su chocolate y arrojar el envoltorio al suelo. El guardián suspiró al observar su acción.
"Buena suerte," dijo el guardián antes de chasquear los dedos. En un abrir y cerrar de ojos, Jeff fue transportado a una celda. Ahora, se encontraba En Scriptorem , donde residían los individuos más despreciables. Así comenzaba su aventura.