No había mucho tiempo para dudar en el campo de batalla. Cada minuto y cada segundo podrían representar las vidas de los compañeros.
Un minuto más para establecer una defensa aumentaría las posibilidades de victoria en la batalla.
El comandante del regimiento Dios de la Muerte tenía muy clara esta sencilla premisa.
Aunque el comandante del regimiento Dios de la Muerte no creía del todo en ese hecho tan ridículo, todos mantenían silencio radial. No podía usar el walkie-talkie para preguntar al francotirador jefe.
El francotirador jefe era un guerrero veterano. Siempre había sido muy seguro. Las noticias que enviaba definitivamente no estarían equivocadas. Al menos, no diría tonterías.
El comandante del escuadrón Dios de la Muerte confiaba absolutamente en el francotirador jefe. No hacía lo que el francotirador jefe decía.
Los cuatro escuadrones restantes siguieron cuatro direcciones y partieron hacia sus objetivos preestablecidos.
