Yu Tian no le importaba con quién jugaba. No era para ganar dinero, sino para destruir el casino.
Así que cualquiera que se parara frente a él era lo mismo. Podía jugar si quería.
El hombre de mediana edad se presentó primero.
—Señor Yu, soy el gerente de proyectos de esta compañía de entretenimiento. Mi nombre es Chai Yue. ¡Es un honor poder jugar cartas contigo!
Yu Tian resopló fríamente y dijo:
—¿Puedes dejar de hablar tonterías? No pierdas mi tiempo. Si quieres jugar, reparte las cartas o lárgate.
Chai Yue sonrió ligeramente e hizo un gesto indiferente.
Pero en su corazón, despreciaba mucho a Yu Tian.
—¿De verdad crees que soy un pez pequeño? Solo estaba calentando antes contigo. ¡Ahora te enseñaré qué es realmente el juego!
—Cuando pierdas todas las fichas en la lotería conmigo, te haré arrodillarte frente a mí y suplicar misericordia. Cuando recupere la reputación del casino, Wu Jiayi, esa niñita, definitivamente me lo agradecerá muchísimo.
