Alabu tenía una ametralladora, igual que el enemigo.
Alabu podía disparar al azar, pero el enemigo también podía desperdiciar su munición.
Así que el enemigo de inmediato comenzó a contraatacar a Alabu.
El poder de fuego del enemigo era más denso, por lo que la posibilidad de probar suerte era naturalmente mayor.
En un abrir y cerrar de ojos, el guardia en el coche de Alabu fue disparado varias veces.
La cabeza del guardia había sido volada, su brazo había sido roto, y su cuerpo había sido expulsado del coche por la potente fuerza de la bala.
Hubo muertes en la guerra, y no era como si Abu nunca hubiera experimentado estas cosas.
Sin embargo, al ver al guardia a su lado siendo golpeado de esta manera, Abu todavía estaba cubierto de sudor frío.
Inmediatamente se dio cuenta de que el rango de tiro todavía era muy peligroso, por lo que gritó inmediatamente al conductor:
—¡Acelera! ¡Acelera!
