—El gran hipopótamo de repente se desmayó —dijo alguien cercano—. El puño de Yu Tian ni siquiera lo había golpeado todavía.
—Era como un paciente que sufre una emergencia repentina —continuó otro observador—. Sin dudarlo, se cayó al suelo.
—Creas o no, yo lo creo. Realmente me desmayé —pensaba el hipopótamo en su mente, aunque nadie podía oírlo.
Yu Tian miró al gran hipopótamo caer y de repente se sintió algo inexplicable.
—¿Podría ser que este chico muriera de repente? —se preguntó a sí mismo.
Pero también podía sentir la respiración acelerada del gran hipopótamo. Era una característica fisiológica inevitable después de un ejercicio intenso.
Yu Tian no pudo evitar tocarse la barbilla. Pensó para sí mismo, este chico... ¿está fingiendo estar muerto?
—Bueno, podrías haber estado sentado en el vehículo militar y habernos seguido de regreso a Kannima —reflexionó con sarcasmo—. Ahora parecía que solo podías ser atado y colgado de las nalgas del vehículo.