Cheyenne ya no pudo contener las incontables quejas y humillaciones en su corazón mientras dos corrientes de lágrimas rodaban por su hermoso rostro.
Impasible, Dominic la miró indiferente y tomó una decisión. —Está decidido entonces. Divórciate de él antes de que termine el día, y yo conseguiré que alguien visite a los Millers mañana.
—¿Quién dijo que está decidido? ¡Ustedes no tienen lugar para interferir en los asuntos entre mi esposa y yo! —Una voz fría y penetrante sonó, seguida de un hombre alto y corpulento que emitía un aura gélida al abrir la puerta de la sala de conferencias y entrar directamente.
—¿Quién es este hombre?
—No lo conozco. ¿Por qué irrumpió así?
Cheyenne levantó la vista y su mandíbula se abrió incrédula en el instante en que vio con claridad a la persona que entró. —¿Lucas? ¿P-por qué estás aquí?
Todos observaron conmocionados cómo Lucas se acercó a Cheyenne y le secó las lágrimas del rostro.