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No era la primera vez que Pamela mencionaba al hombre que amaba frente a Florence.
Pero después de escuchar los elogios de Pamela sobre ese hombre, Florence los encontró absurdos.
Desde luego, todavía era una joven muchacha que pensaba ridículamente que el hombre que amaba era el mejor del mundo y que nadie podía igualarlo.
—En tus ojos, probablemente nadie puede compararse al hombre que amas, ¿eh? —Florence se burlaba sin tomar al hombre en serio.
Pamela asintió seriamente. —Sí, ¡nadie en este mundo es mejor que él! —Luego agarró su teléfono y pensó en la foto que siempre había guardado en la funda de su teléfono. Dijo con algo de ansiedad:
— Tía Florence, el Maestro de California no va a esquivar, ¿verdad? Si no viene, quiero irme ahora.
Ella solo había venido aquí porque Florence la persuadió para que viniera a echar un vistazo al Maestro de California. No tenía ningún interés en la lucha entre los expertos en el escenario.
