Pronto, Cheyenne salió del baño.
Solo se había enjuagado la cara con agua fría y detuvo sus lágrimas, pero sus ojos aún estaban rojos. Además, a pesar de no llevar maquillaje, seguía siendo increíblemente hermosa.
Lucas recordó lo que Amelia había dicho hace un momento y no pudo evitar sentirse un poco inquieto. Después de toser suavemente, apartó la mirada.
Pero Amelia tiró del brazo de Lucas con disgusto y le insistió —¡Papá, date prisa!
Lucas se sintió aún más tímido al instante.
Cheyenne había controlado sus emociones, y al ver su extraño comportamiento, no pudo evitar preguntar con curiosidad —¿A qué están jugando ustedes dos?
Amelia miró a Lucas de inmediato con sus grandes ojos que parecían tener la capacidad de hablar, instándolo a que se apresurara a mimar a Cheyenne.
Lucas suspiró impotente y fingió no estar molesto —¡Amelia me está enseñando cómo mimarte!
—¿Eh? ¿Mimarme? ¿Cómo? —preguntó Cheyenne con curiosidad.