—Dawn, ¿por… por qué estamos aquí? —preguntó Cheyenne nerviosa.
—¡Zorra, quién eres para actuar con tanta confianza conmigo! No eres más que una mujer inútil que es solo una cara bonita. ¡El verte me asquea completamente! —sonrió maliciosamente Dawn.
¡Boom!
Como un rayo en cielo despejado, lo que dijo Dawn dejó atónita a Cheyenne.
Nunca pensó que Dawn, quien había sido tan gentil y amistosa con ella como una hermana mayor, diría esto con una expresión tan maliciosa.
¿Estaba... Dawn fingiendo antes? ¿Pero cuál es exactamente su motivo?
Aparte de estar impactada, Cheyenne sintió que algo no iba bien y rápidamente examinó sus alrededores.
Ella y Dawn no eran las únicas en la gran mansión. Había unos hombres extraños de pie en la puerta.
Había un hombre en sus sesentas de pie en el medio mirándola con odio. A su lado había dos artistas marciales vestidos con camisas de manga larga blancas y pantalones blancos. Obviamente, no eran personas con las que se pudiera jugar.