Después de empujar la puerta del patio delantero, inmediatamente vieron todo de un vistazo.
Mirando el barro en la Tierra y las herramientas de labranza esparcidas en un rincón del patio, Carlos encontró todo lo que tenía delante increíblemente desconocido. Habiéndose acostumbrado a vivir en el lujo, le resultaba difícil adaptarse.
No había nadie en el patio delantero, pero se escuchaban algunas voces desde el interior de la casa, seguidas por la risa jubilosa de Geoffrey.
Carlos se quedó atónito cuando escuchó la risa.
Podía decir que era la risa de su padre, pero eso era lo que le sorprendía.
Incluso cuando vivía con los Stones, Geoffrey nunca se había reído de una manera tan alegre y relajada.
—¿Hay algún tesoro escondido en este lugar descuidado que está haciendo que mi padre esté tan feliz que no siente ninguna molestia? —El pensarlo hizo que el corazón de Carlos se hundiera. Dio un paso adelante rápidamente y empujó la puerta de la casa.
