Lucía se encontraba en un lugar desconocido, bajo una lluvia incesante que empapaba su ropa y sus pensamientos. No había previsto que su viaje a Ámsterdam se convertiría en una pesadilla de desilusión y decepción. La imagen de Juan Ignacio con otra mujer en su apartamento seguía atormentándola. No podía creer lo que había presenciado, y el dolor de la traición seguía quemando en su pecho. Mientras caminaba sin rumbo fijo por las calles de la ciudad de los canales, Lucía se sentía perdida y vulnerable. No sabía a dónde ir ni en quién confiar.
Después de recorrer varias cuadras sin destino, Lucía se encontró frente a un gimnasio. Las luces del letrero parpadeaban con insistencia, como un faro que guiaba a los perdidos. El letrero decía: "Se busca instructor para clases de artes marciales". Era una oportunidad que parecía hecha a medida para ella.
El deporte siempre había sido una parte fundamental en la vida de Lucía. Había obtenido su beca universitaria gracias a su habilidad en las artes marciales. La disciplina y la pasión que le dedicaba a su entrenamiento le habían permitido alcanzar niveles sobresalientes en su deporte. En ese momento de confusión y dolor, el gimnasio representaba un refugio y una oportunidad para volver a conectarse con su verdadera pasión.
Sin dudarlo, Lucía entró al gimnasio. El olor a sudor y el sonido de las pesas y las máquinas llenaban el ambiente. Tras el mostrador de recepción, una joven de cabello castaño recogido en una coleta la miró con curiosidad.
"¿Buscas algo en particular?" preguntó la recepcionista, notando la mirada perdida de Lucía.
"La oferta de trabajo para instructor de artes marciales", respondió Lucía, intentando sonar segura a pesar de la tormenta de emociones que la invadía.
La recepcionista la miro con pena y un poco de burla sin dar crédito a que fuera instructora de artes marciales, con ese rostro de princesa y un cuerpo, aunque muy bien tonificado, se veía muy fina y elegante, pensaba, por lo general las mujeres que practicaban artes marciales se veían rudas y muy robustas, pero no siguió pensándolo y llamó al gerente del gimnasio para que él se hiciera cargo. Pocos minutos después, un hombre joven con una mirada seria se acercó a Lucía.
"¿Quieres dar clases de Pilates?", dijo el gerente al tener la misma impresión de la recepcionista, al mirar a Lucia de arriba abajo. "Pero estamos necesitando un instructor de artes marciales con credenciales" la mira con intriga
"Puedo dar las clases de artes marciales, soy cinturón negro, Tercer Dan, en Toronto era la capitana del equipo nacional y en un mes comienzo en el equipo oficial de la universidad de Ámsterdam" el hombre la mira con asombro y una sonrisa torcida se dibuja en su rostro
"Wow!! Señorita Toronto, muy bien ya que tienes experiencia, podemos hacer una prueba y veremos si el puesto es tuyo"
Lucía asintió, agradecida por la oportunidad. A pesar de la tormenta emocional que la sacudía por dentro, sabía que necesitaba mantenerse ocupada y enfocada en algo positivo. El deporte siempre había sido su refugio en los momentos difíciles. Después se ocuparía donde alojarse, afortunadamente su madre le había dado suficiente dinero en efectivo y en una cuenta con la que se podría mantener hasta comenzar sus clases en noviembre, pero como contaba vivir con Juanchi, como ella le llamaba, pensó que lo que tenía era suficiente, pero luego de toda esta situación inesperada, ella no quería verse tan apretada y un trabajo como ese le venía como anillo al dedo.
El gerente le explicó los detalles de la prueba y el horario de trabajo. Lucía aceptó sin dudar, deseando canalizar su dolor y frustración a través del entrenamiento y las artes marciales.
Mientras tanto, Juan Ignacio, no había podido salir de casa para las grabaciones de hoy, se encontraba aún en su apartamento, el ambiente seguía tenso y lleno de preguntas sin respuesta. Jen, se había ido después de la pelea y Luis Andrés se fue un rato después al ver que el día no fluiría de ningún modo. Juan Ignacio estaba solo, reflexionando sobre la inesperada llegada de Lucía.
No sabía cómo había llegado a ese punto. Lucía había sido su primer amor, y aunque la distancia y el tiempo los habían separado, siempre la llevaba en su corazón, no deseaba lastimarla y mucho menos de esa manera, no estaba seguro si en algún momento terminaron de verdad, o solo fue su imaginación, o simplemente lo dio por sentado, él ya no tenía tiempo para ella y a ella parecía no importarle o por lo menos era lo que él creía. Cuando decidió mudarse a Ámsterdam para seguir sus sueños musicales, nunca imaginó que se encontraría en medio de un dilema con su antigua relación y una nueva vida con Jen.
A pesar de su lucha interna, Juan Ignacio sabía que debía aclarar las cosas con Lucía. No quería que se fuera con esa impresión de él. No tenía ni idea de cómo ella había venido, sin siquiera llamarle, ni tampoco sospechaba que su estadía sería larga. Sin pensarlo tanto, tomó su teléfono y trató de localizarla, pero descubrió que Lucía había apagado su celular. La situación se volvía más complicada con cada minuto que pasaba. Estaba preocupado por la chica, no sabía, si se devolvería inmediatamente a Toronto o se quedaría unos días en un hotel, y ¿en cual hotel?, su expresión y maletas le hacían suponer que ella pensaba quedarse con él.
Mientras tanto, Lucía se encontraba en el gimnasio, con todo listo para comenzar su prueba como instructora de artes marciales. Vestía un atuendo deportivo negro, con su cabello recogido en una cola de caballo alta. El ambiente del gimnasio la hacía sentir más fuerte y determinada, dispuesta a liberar toda su frustración y tristeza a través del entrenamiento.
Un grupo de alumnos se reunió en la sala de entrenamiento, observándola con curiosidad. Lucía se presentó y comenzó la clase con pasión y energía. A medida que se movía por la sala, sus movimientos eran precisos y poderosos. Había dominado su arte marcial con dedicación, y eso se reflejaba en su enseñanza.
Los minutos se convirtieron en horas, y Lucía se entregó por completo a la clase. Su mente estaba en blanco, enfocada en el presente, en cada movimiento y cada respiración. Las lágrimas que había derramado en las calles de Ámsterdam quedaron olvidadas temporalmente mientras inspiraba a sus alumnos a dar lo mejor de sí.
Al final de la clase, los alumnos aplaudieron con entusiasmo y gratitud. Lucía se sintió viva y llena de energía. Había liberado parte de su dolor a través del deporte, y eso la hizo sentirse más fuerte y capaz de afrontar su nueva vida en Ámsterdam.
De regreso en su apartamento, Juan Ignacio continuaba sin éxito en ponerse en contacto con Lucy como él la llamaba. "¿Dónde demonios estas Lucy? " pensaba en cada llamada y mensajes de los que no recibía respuesta. La sensación de impotencia lo invadió. Necesitaba hablar con ella, aclarar las cosas y terminar como los amigos que siempre han sido, o al menos esa era su ilusión, pero él no estaba claro que lo más probable que Lucy piense diferente.
Finalmente, en un último intento, decidió ir en busca de Lucía personalmente. Salió de su apartamento y se dirigió por las calles cercanas a su apartamento, habían pasado apenas tres largas horas, con tanto equipaje no creía que fuera tan lejos y menos sin un plan específico, él la conocía muy bien que cualquier cambio de plan requería un tiempo para su mente procesar y buscar una solución. Así que se fue caminando en su búsqueda. No podía perder más tiempo.
Mientras tanto, Lucía se encontraba en una pequeña oficina del gimnasio, hablando con el gerente. Estaba contento con su desempeño durante la clase y le ofreció el trabajo como instructora toda la semana. Además, que podía hacer sus prácticas cuando en la universidad no pudiera. Lucía aceptó con gratitud. El trabajo le proporcionaría un ingreso y, al mismo tiempo, la mantendría ocupada y enfocada en su pasión.
"Llegaste en buen momento Señorita Toronto, el nuevo dueño imparte Taekuondo, pero anda ocupado y solo puede dar una clase por semana y tenemos una gran plantilla de interesados en artes marciales mixtas" le dijo el gerente como mucho entusiasmo.
Justo cuando Lucía firmaba el contrato, Juan Ignacio ingresó al gimnasio. Había caminado al menos ocho cuadras cuando vio el gimnasio con el gran aviso de clases de artes marciales, se detuvo por inercia por un momento y una corazonada le decía que allí estaba a quién buscaba. El gerente lo reconoció y se acercó a él.
"¡Ey hermano! ¿Buscas a alguien en particular?" preguntó el gerente al verlo algo alterado y mirando a todos lados, hasta que su mirada se quedó en la mujer en su oficina que se encontraba concentrada leyendo un documento.
"Sí, la estoy buscando a ella", respondió Juan Ignacio con urgencia, señalando con su cabeza hacia donde estaba la nueva instructora de artes marciales.
El gerente miró hacia Lucía y luego a él, y con un ademán le dio paso para que pasará. Juan Ignacio se dirigió allí, con el corazón latiendo con fuerza. No sabía cómo reaccionaría Lucía al verlo, pero sabía que debían aclarar las cosas.
Lucía levantó la vista de su contrato cuando la puerta de la oficina se abrió. Su mirada se encontró con la de Juan Ignacio, y su corazón dio un vuelco. Las emociones que había estado tratando de contener todo ese tiempo la inundaron de inmediato: la traición, la decepción, el amor que aún sentía por él.
"Lucy", murmuró Juan Ignacio, sin saber por dónde empezar.
Lucía bajó la mirada y apretó el bolígrafo en su mano. No estaba lista para enfrentar a Juan Ignacio. Había venido al gimnasio para escapar de su dolor y tristeza, no para tener un encuentro doloroso con él.
"Lo siento, Juan Ignacio, pero en este momento estoy ocupada", respondió Lucía con la voz más fría que pudo encontrar en su interior
Juan Ignacio sintió un nudo en la garganta. Sabía que la situación era complicada, pero necesitaba hablarle. Tomó una silla y se sentó frente a Lucía.
"Por favor, dame la oportunidad que hablemos", suplicó.
Lucía lo miró, sus ojos llenos de dolor y enojo. "¿Hablar? ¿Hablar cuándo? Hace semanas cuando me decías que tenías muchos compromisos que asistir y por eso no hacíamos video llamadas o cuando ya no aceptabas mis llamadas, ni respondías mis mensajes sino días después ¿Para qué, Juan Ignacio? Creo que ya todo está dicho y hecho. Ya vi lo que necesitaba ver".
Juan Ignacio bajó la mirada, sintiéndose culpable por su falta de comunicación y su nueva relación con Jen. Había cometido un error al no hablar con Lucía antes que las cosas se pusieran tan negras como ahora. La confusión y la mezcla de emociones en su interior lo habían llevado a un camino difícil de comprender.
"Lo siento Lucy, no te mentí, he tenido muchos compromisos. Es cierto que Jen y yo estamos juntos, pero eso no significa que no te quiera. Yo..." Juan Ignacio intentó explicar, pero las palabras no fluían con facilidad.
Lucía se levantó de su silla, con los ojos inyectado de rojo con las lágrimas luchando por salir. "¡Ja! no puedo creer esto. No puedo siquiera imaginar lo idiota que he sido todo este tiempo. Dos años Juan Ignacio. Dos malditos años que debíamos esperar para al fin estar juntos" decía con rabia, arrebatándose las lágrimas que caían sin permiso en sus mejillas. "Lo nuestro ya no existe."
Con esas palabras, Lucía abandonó la oficina y el gimnasio, dejando a Juan Ignacio sintiéndose perdido y abrumado por la situación. Sabía que había cometido errores, pero también sabía que el amor que sentía por Lucía era real, la amaba a su manera, pero la amaba, era su mejor amiga, su compañera de juegos y la había tratado de la peor manera.
Mientras Lucía caminaba por las calles de Ámsterdam, las lágrimas volvieron a caer. Se sentía devastada y confundida. Había esperado tanto de su viaje a esta ciudad, pero se había encontrado con una realidad dolorosa. No sabía a dónde ir ni en quién confiar. Sus pasos la llevaron hacia un parque cercano, donde se sentó en un banco solitario bajo la llovizna.
Juan Ignacio, por otro lado, regresó a su apartamento con una sensación de vacío en el pecho. Había perdido a su mejor amiga, la mujer que había amado desde su infancia. Se culpaba a sí mismo por no haber manejado la situación de manera diferente. Sabía que debía tomar decisiones importantes en su vida, pero no tenía claridad sobre cuáles eran esas decisiones.
En el gimnasio, la noticia de la partida de Lucía se había extendido entre los alumnos y el personal. Todos estaban impresionados por la actuación de Lucía en su clase de artes marciales y sorprendidos por su repentina partida. Mientras los alumnos se preparaban para su próxima clase, el gerente del gimnasio se acercó al hombre alto, de cabello negro y ojos ámbar claros que entraba a su oficina, era Luis Andrés, quien ya estaba listo para comenzar su entrenamiento de hoy, era raro verle tan temprano entre semana, pero en realidad el dueño del lugar le gustaba aparecer a cualquier hora, no en vano su ático quedaba en el mismo edificio que el Gimnasio que había comprado por diversión. Su negocio con la música era impresionantemente exitoso y a veces le gustaba despejar su mente con el Taekuondo y que mejor que en tu propio GYM.
"¿Qué te trae hoy por aquí, no tenías una grabación?" preguntó el gerente.
"¿Desde cuándo tengo que informar cuando vengo?" respondió en tono jocoso y subiendo una ceja, cambiando su expresión le pregunto "¡Ya tenemos nuevo instructor de artes marciales! " le pregunta más como una afirmación que como pregunta.
"Sí, tenemos o eso creo… no sé, es que se fue y olvidó firmar el contrato" le dijo con un suspiro "Realmente tuve mis dudas al ver su porte de princesa, pero después de la clase de prueba, parecía más bien la hija perdida de Bruce Lee"
Luis Andrés frunció el ceño, con curiosidad, sin estar muy claro de la situación. " Y ¿Qué pasó? ¿Por qué se fue de pronto sin firmar el contrato? "
El gerente le explicó brevemente la llegada sorpresa de chica que resultó ser una increíble instructora y la situación con Juan Ignacio cuando ella está revisando el contrato, así como su repentina partida después del encuentro en la oficina.
" No se sí es que Juan Ignacio es su novio y le prohibió dar clases… él se quedó un momento como congelado y luego se fue"
Luis Andrés asintió, pensando en el breve encuentro que había tenido con Lucía en el estacionamiento. La joven había estado claramente perturbada y molesta en ese momento, y sabía por el mismo Juan Ignacio exactamente el por qué. Lo que no entendía como es que ambos terminaron allí.
Después de su conversación con el gerente, Luis Andrés se dirigió al área de entrenamiento. Estaba decidido a hablar con Juan Ignacio y averiguar más sobre lo que había sucedido. Sentía curiosidad por la historia detrás de la partida de Lucía y la relación entre Juan Ignacio y la chica. Claramente los alumnos estaban impactados por ella y él quería ver su talento. Aunque trataba de disimularlo, pero van dos veces que se cruzan y su interés en ella empieza a despertar con mucha fuerza.
Mientras tanto, Lucía se encontraba en el banco del parque, mirando la lluvia caer. Sus pensamientos estaban enredados y su corazón roto. No sabía cómo enfrentar su nueva vida en Ámsterdam ni cómo superar la desilusión y la decepción que sentía hacia Juan Ignacio. Lo único que tenía claro en ese momento era que necesitaba tiempo para sanar y encontrar su camino en esta ciudad desconocida.
En la siguiente clase de artes marciales en el gimnasio, los alumnos notaron la ausencia de Lucía. Algunos murmuraban entre ellos, preguntándose por qué su instructora tan talentosa había desaparecido tan repentinamente. Luis Andrés se hizo cargo de la clase temporalmente y prometió buscar un reemplazo.
Al terminar, Luis Andrés se acercó a Juan Ignacio que había regresado al gimnasio, esperando que Lucia pudiera haber regresado también. Quería estar seguro que ella está bien, era una ciudad nueva para ella y además el clima no era tan bueno en estos días. Luis Andrés notó la mirada perdida y preocupada en el rostro de su amigo.
"Juan Ignacio, ¿puedo hablar contigo un momento?" preguntó Luis Andrés con delicadeza.
Juan Ignacio asintió y se apartó con Luis Andrés hacia un rincón del gimnasio.
"Dime, ¿qué pasa?" preguntó Juan Ignacio.
Luis Andrés no perdió tiempo y le preguntó directamente: "¿Qué sucedió con tu amiga Lucía? El gerente del gimnasio me dijo que hubo una situación en la oficina, y luego ella se fue".
Juan Ignacio suspiró y explicó lo que hablo con Lucia y como ella ya no quería verlo ni en pintura. Habló de su confusión y de su incapacidad para tomar decisiones claras.
Luis Andrés escuchó atentamente, comprendiendo mejor la complejidad de la situación. Era evidente que había un lío emocional entre Juan Ignacio, Lucía y Jen. Ahora que Lucía se había ido, las cosas se habían vuelto aún más complicadas. A él también le comenzó a preocupar el paradero de la chica y como la está pasando.
"Lo siento, amigo, pero te has metido el pie en un enredo emocional muy grueso", dijo Luis Andrés con sinceridad. "Necesitas aclarar mejor las cosas con Lucía, si es que todavía sientes algo por ella, y también con Jen. Esta situación no puede continuar indefinidamente".
Juan Ignacio asintió, sabiendo que tenía que tomar decisiones importantes en su vida. No podía seguir evitando enfrentar la verdad o llevando las cosas dejando las cosas por sentado, sin haberlo aclarado. Necesitaba buscar a Lucía y explicarle la situación, sin importar cuál fuera su reacción.
En el banco del parque, Lucía continuaba mirando la lluvia mientras las lágrimas se mezclaban con las gotas que caían del cielo. La desilusión y la decepción la habían dejado vulnerable, pero también sabía que debía encontrar la fuerza para seguir adelante. La vida en Ámsterdam le presentaba desafíos inesperados, y estaba determinada a superarlos y encontrar su propio camino. Buscaría donde alojarse por hoy, y asi dar por terminado este día de pesadillas.