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Chapter 10 - Guíate

Cuando Carlos se acostó a descansar y tomar aire, la dueña de la tienda salió a sacar la basura.

¡Hey, jovencito! ¿Qué haces ahí? — dijo la señora al ver a un chico tirado en el suelo.

¡Ah! Es usted, señora López. — Carlos se asustó al escuchar la voz, pensando que podrían ser sus padres, pero al ver quién hablaba se tranquilizó.

¿Carlitos? ¿Qué haces aquí? — la señora López se acercó a Carlos para ayudarlo a levantarse.

No es nada, señora, gracias. No es necesario. — respondió Carlos, levantándose con la ayuda de la señora López y yéndose, intentando disimular su dolor.

{Este chico, de seguro, se metió en una pelea. ¡Ah, está juventud de ahora!} —pensó la señora mientras observaba cómo se alejaba Carlos.

— 30 minutos después —

Carlos había llegado a su casa disimulando su dolor. Cenó con sus padres alegremente y luego se fue a su habitación.

Tuve suerte esta vez, pero estoy seguro de que no correré con la misma suerte mañana. — Carlos reflexionaba mientras miraba el techo de su habitación.

(A la mañana siguiente)

~riiiiing~

~riiing~

Carlos se despertó agotado, pero emocionado, ya que era sábado y comenzaba su primer día de entrenamiento.

Esta vez sí me tiene que entrenar. — Carlos se levantó entusiasmado, apretando el puño y dirigiéndose al baño.

Después de alistarse, bajó a desayunar y se despidió de sus padres. Sin embargo, cuando se despidió, algo sucedió.

¿A dónde vas, jovencito? — la madre detuvo a Carlos con esa eterna pregunta.

Ah, bueno, iba a salir a entrenar. — Carlos se giró con cuidado para explicar.

¿En serio? — la madre lo miró con expresión dudosa para luego sonreír alegremente —. Bueno, cuídate y no vayas tan lejos del parque.

Pero, mamá, no voy a ir al parque. — Carlos sabía que debía explicar bien a dónde iba, si no, se enojarían luego —. Voy a un dojo a entrenar, y está un poco lejos.

¿Qué tan lejos? — la madre dejó su taza de café.

Ehm... cerca del centro. — Carlos estaba nervioso, esperando que no hubiera problema.

Entonces, no puedes; está muy lejos. — la madre volvió a tomar su café.

Pero, mamá, ya soy lo suficientemente grande para cuidarme. Por favor, puedo ir. —Carlos insistió desesperadamente.

Puedes ir, pero no tardes, ¿entendido? —habló el padre, que hasta el momento estaba leyendo un periódico.

Oye, ¿qué te pasa? Desafías mi autoridad. — la madre le dio un golpecito en el brazo al padre.

El padre se inclinó hacia ella y le susurró al oído —. Hay que dejarlo salir y aprender a moverse por la ciudad. Déjalo, o, si no, puede que ni siquiera sepa cómo llegar al hospital.

La madre lo pensó y al final aceptó que Carlos saliera. Él agradeció y salió emocionado, dirigiéndose hacia el lugar donde sería su entrenamiento.