El caballero y yo estábamos luchando contra los miembros del Club de Ocultismo. El caballero parecía mantener a raya a tres de ellos, mientras que yo me enfrentaba a Renjiro. Este último esquivaba mis golpes con sorprendente facilidad, como si estuviera jugando. Sin embargo, finalmente logre conectar un golpe en la cara de Renjiro, dejándolo momentáneamente aturdido.
—No está mal. Ahora me toca a mí. —Renjiro me miró de manera sádica y respondió golpeándome en el estómago, seguido de una patada en la cabeza que me hizo chocar contra un árbol.
—Admito que me diste un buen golpe, no es cierto solo estaba bromeando. Es hora de acabar contigo, como dijo la presidenta.
—¡Espera, Renjiro! Déjame disfrutar un poco también, ¿de acuerdo? No es justo dejarlo casi muerto, quería torturarlo yo misma. —Miyuki exclamó en un tono infantil.
—¡Oigan, dejen de jugar! ¡Tómenselo en serio! —Akiko, con un tono molesto, acompañada de Morgana.
—Si están aquí, eso significa... —me que helado al ver al caballero descansando en un árbol, con su armadura ensangrentada y una herida profunda en el pecho en forma de agujero.
Yo, con sangre escurriendo por la frente y dificultad para ponerme de pie, corrí hacia Morgana, pero Renjiro me detuvo, golpeándome repetidamente y haciéndome caer. Nuevamente me levante con esfuerzo, apoyándome en una rodilla.
—Señor, ¿qué debo hacer? ¡Ayúdame! —Implore.
—¡Rompe las cadenas! —Una voz desconocida resonó en mi mente.
De repente, aparecí espacio negro, encadenado. La voz desconocida habló nuevamente, resonando por todo el lugar, explicándome por qué estaba allí. Respondi que no sabía por qué, y la voz le reveló su misión: llevar la luz a los que están en la oscuridad y derrotar a los demonios.
—Sí, padre. —Con todas mis fuerzas, rompió las cadenas que lo ataban y volvió al presente. Una luz brillante me rodeó, cegando a Morgana y a los demás. Desarrolle alas angelicales y blandía una espada. Mi ropa se transformó en una túnica divina, y una aura verde me envolvió.
—Ese poder... no puede ser —el caballero con una expresión atónita.
—Me encargaré de acabar con ustedes y su poder de las tinieblas. —Extendí mi mano hacia Morgana y los otros, creando una cruz verde de luz. De ella, se desató un rayo de luz que acabó con Morgana y los demás miembros del Club de Ocultismo. Luego, el poder desapareció, volvió a la normalidad antes de desmayarme.
Un hombre con ojos azules claros, con rizos dorados que le llegaba a los hombros, vestido con un traje de oficinista negro, se acercó al caballero. Lo sostuvo por los hombros, escuchando su respiración entrecortada. Después, colocó su mano sobre la herida del caballero, de la cual emanó luz, cerrando la herida.
El caballero se despertó y, con voz apesadumbrada, le pidió perdón al hombre.
—Perdóneme, Miguel-sensei, he fallado. Perdí la pelea. —apenado miro con vergüenza al hombre.
Miguel, el nombre del hombre rubio, le aseguró que eso no era cierto y que había dado lo mejor de sí, considerando las circunstancias. Luego, se acercó a Tenshi, que yacía en el suelo inconsciente.
—Así que tú eres el humano que Dios convirtió en ángel. Me pregunto por qué lo hizo.
Me desperte en una habitación, tumbado en un sillón junto a una mesa, mientras un hombre estaba sentado al otro lado, tomando una taza de té y leyendo la Biblia. Luego el hombre me hablo.
—Parece que finalmente despiertas de ese largo sueño.
—¿Dónde estoy? ¿Y quién eres tú? Recuerdo haber peleado contra la presidenta Morgana y los otros miembros del Club de Ocultismo, junto con ese caballero.
—Estás en mi oficina. Yo soy el Arcángel Miguel, aunque todos me llaman Miguel-sensei. Y la persona detrás de ti es Naraki.
Tenshi se sorprendió al ver que Naraki, el chico que le había dado la imagen del ángel, era aquel caballero.
—Un placer, perdona por no presentarme antes. —Naraki se disculpó.
—Debes estar preguntándote muchas cosas, ¿no es así, Tenshi? Primero que nada, lo que te pasó fue real. Te enfrentaste a los miembros del Club de Ocultismo y los derrotaste usando tu poder divino —dijo Miguel.
Tenshi, confundido, le preguntó a Miguel sobre el poder divino y por qué el Club de Ocultismo quería acabar con él. Miguel le dijo que el poder divino es la energía que tienen todos los ángeles y Dios. Tanto él como Miguel eran ángeles. Miguel explicó que Dios lo había convertido en ángel cuando murió. No solo lo convirtió por estar conmovido por sus actos, sino también porque tenía una misión para él. Aunque no sabía cuál era, estaba claro que tenía que ver con acabar con los demonios y las fuerzas de la tinieblas. En cuanto al Club de Ocultismo, les dijo que eran demonios, o mejor dicho, personas poseídas que hacían tratos con demonios a cambio de poder, riquezas o fama, todo lo que cualquiera anhela tener. Los miembros del Club de Ocultismo pertenecían a una secta llamada Eternal Darkness, y este grupo estaba involucrado en ciertas desapariciones de personas.
Tenshi seguía analizando lo que le había dicho Miguel. Aunque era creyente, jamás creyó que pasaría por esto. Miguel se levantó de su asiento y se puso frente a una ventana, mirando la luna, y le dijo a Tenshi:
—Últimamente, los demonios se están volviendo más fuertes y sus fuerzas están aumentando cada vez más. Tenshi, la razón por la que te traje aquí es porque Dios me lo pidió y porque quiero que te nos unas. Serías de gran ayuda. Yo te entrenaré para que controles tus poderes divinos y los uses para hacer el bien. ¿Qué dices, te nos unes?
—Si se trata de hacer el bien y proteger al prójimo, entonces estoy contigo —respondió Tenshi.
—Perfecto, me alegra escuchar eso. Mañana comenzarás tu entrenamiento. Por cierto, empieza a empacar tus cosas, ya que serás transferido a otra escuela.
—¿Entrenamiento? ¿Transferido? —dijo Tenshi, aún confundido.