—Yo... agradezco su ofrecimiento, pero no puedo quedarme aquí —El entrecejo de la Luna se frunce en desacuerdo mientras abre su boca para rebatir, pero la interrumpo—. Quedarme supondría el continuo peligro de la manada, así que me iré.
—¿Peligro? Ya no nos atacan —escucho que exclaman distintas voces entre la multitud.
—Eso es cierto, pero no quiere decir que no vayan a hacerlo en el futuro. En el aquelarre recibirán la señal que necesitaban —refuto, señalando el cadáver de la bruja a unos metros. Un resoplido se escucha a mi costado, me giro para posar la vista en un hombre que me observa.
—Están muertas, no creo que se levanten a entregar algún mensaje —dice, incrédulo.
No hace falta que se levanten —digo, mientras me acerco con pasos tranquilos a la bruja—. Estas brujas son exploradoras de elite. Son entrenadas para que cumplan nuestras demandas. Se les indica un lugar, un periodo de tiempo y un objetivo; no se distraen ni se desvían de la misión por más que eso resulte en sus muertes. Y el hecho de que estén muertas y que no regresen es suficiente mensaje para mi aquelarre. Si no vuelven con vida antes de que su periodo de búsqueda termine sabrán que me encontraron.
—¿Y cómo estás tan segura? ¿Cómo estarán ellos tan seguros de que fuiste tu quien las mató y no cualquier otro?
—Porque ni ustedes ni cualquier otro habría podido contra ellas —varios rostros se tuercen en una mueca indignada, por lo que me apresuro a añadir—. Mi intención no es ofenderlos, lo que digo es un hecho para mi clan, les guste o no. Incluso yo creía que todo aquel perteneciente a su raza no presentaba tales dotes de lucha, pero veo que eso solo es una creencia errónea. Se suponía que ustedes no eran más que... animales con un poco de consciencia —susurro eso último, ligeramente abochornada.
No comprendo porqué en mi clan se nos dicen esos datos si al final resultan no ser ciertos. Cuando llegué y me condujeron a hablar con el Alfa, con lo poco que pude ver me di cuenta de otras cosas en las que nos habían mentido tan arbitrariamente. Desde luego, esta no es una manada de simples lobos salvajes.
Y eso puede ser una ventaja contra las brujas, porque si ellas creen que aquí no son mas que animales, su desinformación va a lograr que quizá los lobos puedan agarrarlas por sorpresa con alguna buena estrategia que no se vean venir.
—Esta clase de brujas, además de poderosas, son muy escazas, la última vez que me reuní con ellas eran solo once, hace ya nueve años. Ellas reciben un entrenamiento mayor que cualquier otra bruja, a excepción justamente de quienes las entrenan, y el que hayan enviado a más de cuatro es señal de que el plan incluía no dejar sobrevivientes.
—Nosotros del otro lado matamos a tres —suma el Alfa. En total enviaron siete, entonces.
—Entiendo —asiento—. El que no las conozca, también deja en claro que están reclutando a más guerreras para la división de elite. Estas de aquí eran solo niñas —agrego luego de la interrupción, finalizando.
Algunos se miran entre ellos, deben pensar que estoy loca al decir que son "solo niñas" cuando esas niñas se mostraron hoy de esa forma. De todas maneras, no espero que lo entiendan, ellos no parecen tener ni una idea de lo que es siquiera un entrenamiento básico en mi aquelarre. Además, la información sobre nosotras es limitada.
Ya no es tu aquelarre, me recuerda.
—Entonces, si son mejores que las demás brujas, ¿por qué es que tú pudiste matarlas, así como así? —pregunta una mujer.
—Porque ellas no estuvieron bajo mi entrenamiento, no son rival para mí, a no ser que vengan en cantidad al mismo tiempo. Son entrenadas más que nada para pelear en grupo, como pudieron apreciarlo hace unos minutos, pero estando solas son fáciles de vencer. Aunque no diría lo mismo de mis pupilas, con ellas hay que tener cuidado —respondo.
El nuevo silencio me hace recordar mi plan; debo irme, suficiente ajetreo ya he traído a esta manada. Me dispongo a dirigirme lejos de la multitud, pero una mano me frena agarrándome del brazo. Detengo mi intento por soltarme cuando la voz de Denny se hace oír.
—Si lo que dices es cierto, entonces debes quedarte aquí —lo miro con desconcierto.
—Si me quedo, vendrán más ataques como estos. Peores, quizá.
—Llegarán de todas formas —replica y luego se me acerca para susurrarme, pese a que seguramente uno que otro lobo logre escucharlo—. Necesitaremos tu ayuda. Quédate.
Lo veo a los ojos. Ojos en donde muchos sentimientos se arremolinan sin dejarme descifrar sus verdaderas intenciones. Aparto la mirada para observar a mi alrededor.
La imagen de niños, adolescentes, adultos y ancianos masacrados se forma en mi cabeza como si de una pintura se tratara. Sé, pese a mis deseos de irme, que si lo hago esta manada perecerá. Y no puedo cargar con la muerte de un pueblo en mi conciencia.
No con otro.
Maldigo por lo bajo, esto me pasa por no haberme ido a la primera oportunidad que tuve. Si no hubiese llegado a este lugar, si no me hubiese ablandado con esta manada que aún ni siquiera conozco, la culpa de abandonarlos no me carcomería de este modo.
Hay algo, no sé qué es ni cómo describirlo, pero desde que llegué a este pueblo me grita y me obliga a permanecer aquí. Me presiona para protegerlos, cuidarlos. Intenté no pensar en ello, pero no puedo simplemente ignorarlo.
—A mi abuela no le gustará en absoluto que hayamos matado a siete de sus guerreras —murmuro, luego miro de nuevo de Denny a los ojos—. Si quieren que me quede, lo haré, pero con dos condiciones.
—Lo que sea —murmura cada vez más cerca de mí.
—Mañana todos los que puedan, sean niños o ancianos, comenzarán a entrenar. Si van a venir más brujas, porque lo harán, al menos debemos estar preparados todo lo que se pueda.
Sus formas de defenderse el día de hoy, tan... salvajes, sólo lanzando mordiscos y zarpazos de aquí para allá, no les servirá de mucho hasta que al menos aprendan a moverse más correctamente o hasta que logren proteger sus puntos débiles. La manera en que se desenvuelven al luchar solo está centrada en atacar, atacar y atacar; de seguir así, serán presa fácil.
Así que por ello tocará volver a mis antiguos hábitos de maestra. Espero tener pupilos receptivos, por el bien de ellos.
Denny comparte una mirada con sus padres, los cuales asienten en mutuo acuerdo. Luego se apresura a preguntarme: —¿Y la segunda condición?
—Que no me molesten hasta que salga el sol —digo, después me separo de él y me abro paso entre la gente para alejarme a paso ligero, tranquilo.
Necesito saber dónde hay un baño para sacarme la sangre de encima y luego irme a descansar.
Y dormir. Dormir.
Dormir.
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Mis ojos se abren apenas percibo pasos lejanos aproximarse. Hecho un rápido vistazo hacia el exterior por la pequeña ventana con rejas que se encuentra en un costado de la habitación y vislumbro la reciente salida de los rayos del sol, trayendo consigo un nuevo día.
Me enderezo con pereza, aparto las mantas que me cubren y me siento al borde de la cama justo cuando suena un golpe en la puerta que es abierta sin esperar respuesta de mi parte.
—Buenos días, Tharlik —saluda, Denny—. Vamos, hay una junta del consejo, queremos hacerte unas preguntas.
Hago amague de preguntar la razón de este nuevo interrogatorio, pero un movimiento indolente por parte de él me deja claro que no va a decirme nada. Resignada y aparentemente sin tiempo para ir al baño a asearme, me levanto colocándome la chaqueta de ayer y lo sigo por los pasillos poniéndome a su lado.
—Quiero ropa —le digo, esta vestimenta toda apretada es muy molesta. Él me repasa de reojo lentamente.
—Tienes ropa —responde escueto. Chasqueo la lengua.
—Quiero mi ropa, estas cosas que usan son horribles e incómodas —digo señalándome con las manos. Vuelve a repasarme.
—Yo creo que te queda muy bien —dice por lo bajo, pero luego agrega—: Pero veré que puedo conseguirte.
El silencio vuelve a llenar el ambiente, pero no por mucho, ya que por fin llegamos a nuestro destino. Denny abre la gruesa puerta y nos adentramos al cuarto en donde me interrogaron la primera vez y en el cual ya se encuentran los mismos integrantes de antes, excepto la niñata.
—Kora —me saluda la Luna. Asiento en su dirección antes de tomar asiento en una silla alejada.
—Queríamos hablar contigo acerca de tus condiciones para... ayudarnos —comienza el Alfa. Al no recibir respuesta, prosigue—: Aún no logro entender por qué es que nos defendiste. Ni el por qué del estado en que llegaste y mucho menos la razón por la que te ofreciste a entrenar a miembros de la manada.
Yo tampoco.
Quisiera entenderlo, pero no puedo. Al llegar a esta manada bien podría haberlos matado a todos, librarme de los guardias y escapar de aquí, pero no pude. Algo no me lo permite. Hay muchas cosas que no entiendo; como el hecho de que mi abuela me aprisionara por años y simplemente no me matara por la traición cometida. ¿Para qué dejarme con vida? ¿Qué estaba esperando?
Lo que sí sé es que, por alguna razón desconocida, necesito que estos licántropos estén a salvo. Jamás en mi vida me había preocupado por otra especie que no fuese la mía, si es que me preocupaba por ella, claro.
Una parte de mi se siente como oculta, distante. Por las noches me vienen a la cabeza destellos de oscuridad, oigo susurros inentendibles, tengo sensaciones inquietantes. Como si la maldad, una diferente, estuviese aguardando allí dentro de mí.
Como si hubiese un velo ocultando aquello que necesito descubrir.
Resoplo, despejando todos estos pensamientos estúpidos y me centro en la respuesta que aún esperan que dé.
—Lo único que puedo decirles es que ustedes pidieron que me quedara y eso es lo que estoy haciendo, pero no lo haré si lo que piensan es quedarse a esperar su muerte, la cual ocurrirá si no saben enfrentarse al clan, así que, en vez de perder tiempo en interrogatorios sin sentido, deberíamos apresurarnos y organizar los entrenamientos —espeto, algunos sueltan suspiros, pero aceptan lo que digo.
Sé que es una situación bastante desconcertante, incluso incrédula, pero ambos sabemos que es lo que conviene. Lo que debería hacerse por un bien mayor: su seguridad.
De todas formas, busco ponerme en su lugar. Si yo fuese ellos y de repente me cruzara con una bruja, que encima es de alto rango, y viene huyendo de otras que buscan matarla, pero en cambio ella las mata, luego defiende a la manada y encima después se ofrece a entrenarlos... creería que es un poco loco. Además, que ocurriese en tan poco tiempo levantaría mis sospechas.
Así que, supongo que no debería precipitarme tanto, apenas llevo cinco días aquí y los he alterado bastante con tanto ajetreo, es más que obvio el hecho de que desconfían, pero también noto que depositan un poco de fe en lo que les intento ofrecer.
—Bien. Muchos hombres y mujeres están entrenados en combate, sobre todo si es en nuestra forma animal, pero sólo tienen un nivel experimentado de entrenamiento los que realizan expediciones —me informan.
— ¿Cuántos son ellos? —pregunto.
—Apenas setenta.
Suelto otro resoplido, serán días agotadores.
—Bien, quiero que entrenen todos los que puedan, incluso aunque sean muy mayores o niños. El Aquelarre no tendrá piedad con nadie, ninguno de ustedes les importa. Así que mientras más sean los que vengan a aprender, mejor —digo—. También quiero incluirme en el grupo de expediciones, hay que... mantener el perímetro siempre vigilado —agrego.
El Alfa asiente y comienza a impartir órdenes a través del lazo con el resto de la manada, sus pupilas se dilatan en exceso al hacerlo. Supongo que les estará comunicando indicaciones.
Bien, es hora de que inicie mi plan.