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Chapter 14 - Solicitud peligrosa

Las pupilas de Luis se volvieron completamente verdes. El consejero espiritual sentado frente a él lo miró sorprendido y luego sintió un escalofrío en la garganta antes de caer rígido al suelo.

 

La sangre brotaba constantemente de su cuello, extendiéndose por debajo de la puerta y por el pasillo.

 

Justo cuando Sofía subía las escaleras, se encontró con Luis saliendo de la habitación con un rastro rojo. La sonrisa en su rostro llevaba un extraño y frío desconocido.

 

—Luis... —el color rojo silencioso impregnaba todo el piso, el vacío a su alrededor era aterrador —¿Dónde están los demás?

 

Sofía estaba tan sorprendida que le costaba articular palabras y lo interrogó con dificultad:

 

—¿Qué... qué has hecho? ¿Dónde están los demás? ¿Acaso ya no quedan muchas personas aquí? ¡Luis! ¡Luis, despierta!

 

La respuesta fue una figura fugaz que pasó y una hoja de cuchillo que apareció repentinamente frente a ella.

 

En un instante, Sofía sacó su arma y la apuntó hacia la muñeca de Luis, luego levantó la rodilla para golpear su abdomen y lo presionó contra la pared.

 

El aura que emanaba de Luis era extrañamente inquietante, dándole una sensación de mal presentimiento.

 

—Luis, soy yo, Sofía. ¿Todavía me recuerdas?

 

Sofía llamaba constantemente a su oído, su voz temblaba ligeramente.

 

—...Sofi? —La voz de Luis sonaba un tanto vacilante, la fuerza en su mano disminuyó considerablemente y la luz en sus ojos parpadeó varias veces, volviendo a su color oscuro original.

 

—Sofi... oh, así que eres tú —las pupilas de Luis volvieron a ser verdes y su voz se envolvió en una corriente eléctrica difusa —Entonces no puedo matarte, eres la humana que aquel tipo ha elegido.

 

Dejó caer el cuchillo de su mano y sonrió de manera extremadamente malévola:

 

—La gente de aquí siempre está en contra nuestra en todas partes, sin someterse a Cthulhu ni querer cooperar con nosotros. Es realmente molesto. Sería genial matar a todos.

 

—No... matar —un destello de dolor pasó por el rostro de Luis.

 

—¡Luis! —era como si hubiera dos personalidades alternándose en él. Si no actuaba rápidamente, sería dominado nuevamente por la otra entidad desconocida. Sofía agarró su muñeca con fuerza y aumentó el volumen de su voz —¡Luis! ¡Despierta!

 

Luis se apoyó en la pared, su rostro aún mostraba dolor, pero logró abrir ligeramente un ojo y le dedicó una sonrisa forzada, diciendo:

 

—Parece que solo me miras en momentos de crisis como este.

 

—¿Qué estás diciendo ahora? ¿Es el momento adecuado para decir esas cosas? —Sofía lo agarró del cuello de su camisa, estaba desesperada y enojada, sus ojos incluso se enrojecieron.

 

—¿Entiendes lo que te estoy diciendo? ¡Si vuelves a la normalidad, puedo cumplir todas tus demandas!

 

—Sofi.. —El verde oscuro parpadeaba en sus ojos, Luis estaba en constante peligro de perderse a sí mismo nuevamente. Con esfuerzo, abrazó a Sofía y luego giró, empujándola lejos de él —Me alegra verte de nuevo.

 

—No, Luis —Sofía lo miró mientras se alejaba lentamente, tratando de extender la mano para detenerlo, pero se dio cuenta de que no podía moverse en absoluto.

 

Por favor, no me retengas.

 

Lágrimas brillaron en los ojos de Sofía, su expresión se volvió suplicante. Luis la miró con profunda culpa, sus labios temblaron y se abrieron ligeramente, para luego cerrarse impotentes.

 

Como en cada ocasión anterior en la que usaba sus poderes, se alejó rápidamente y en silencio, dejando solo una sombría y dolorosa figura solitaria.

 

Después de cinco segundos, Sofía persiguió nuevamente por el edificio, solo encontrando lluvia interminable y un aire gélido afuera.

 

La súbita e intensa lluvia borró la calidez del interior. Isabella se encogió de hombros y se sirvió una taza de café, sosteniéndola mientras se sentaba en su silla de oficina, mirando fijamente por la ventana en un estado de ensimismamiento.

 

Normalmente, le encantaba este clima, adecuado para quedarse en casa sin hacer nada, tranquila y relajada. Pero hoy, por alguna razón, tenía una sensación de inquietud.

 

¿No le habrá pasado algo a Sofía?

 

Isabella se dejó caer en el respaldo de la silla, desechando perezosamente ese pensamiento que acaba de tener. ¿Qué le podría pasar a alguien tan enérgico y saludable como ella?

 

Un rayo blanco iluminó el horizonte, revelando la puerta abierta de la comisaría en un instante.

 

Un estruendoso trueno se precipitó desde el cielo, acompañado de una figura familiar y desaliñada.

 

Sofía, empapada de pies a cabeza, se paró en la puerta, se secó la cara con una mano y dijo:

 

—Tengo una solicitud muy peligrosa que hacer.