Salimos del restaurante poco después de terminar nuestra deliciosa comida. El día parecía tener aún más sorpresas reservadas para nosotros, y Alice, con su espíritu travieso y entusiasmo desbordante, me miraba con una mirada llena de expectativa, esperando qué aventura nos depararía a continuación.
Aunque dudé por un momento en llevarla a una carrera, decidí que no había nada que perder. Subimos a la moto y en pocos minutos llegamos a la zona urbana. La calle estaba repleta de autos de todos los modelos, desde clásicos modificados hasta vehículos con bocinas en el exterior y motores imponentes.
El ambiente estaba lleno de música vibrante que resonaba en todo el lugar. Las personas disfrutaban de sus tragos y conversaciones mientras observaban el espectáculo que se desarrollaba a su alrededor. Alice, curiosa por naturaleza, observaba con fascinación todo lo que sucedía a su alrededor. Nos detuvimos por un momento, y solo quedaba una cosa por hacer.
"Espera un minuto, ya vuelvo", le dije a Alice mientras bajaba de la moto. Aunque me miró con incredulidad, aceptó pacientemente mientras me adentraba en la multitud. La carrera de autos ya debía estar en sus últimos tramos antes de dar paso a la carrera de motos, así que era hora de pagar la inscripción.
Entré en un bar cercano, donde las luces de colores y las pantallas mostraban la ubicación de los autos en tiempo real. Era impresionante la seguridad y la organización del evento. Me dirigí a la barra y allí estaba Leonar, un viejo conocido de otras carreras, acompañado de algunas caras familiares y otros pilotos desconocidos.
"Te esperaba, Ghost. Ya creía que no llegarías y, como siempre, en atuendo informal", bromeó Leonar mientras preparaba con destreza los tragos.
"Un Mojito y un Manhattan, por favor. También necesito un puesto en la carrera", le respondí con una sonrisa.
Leonar colocó los cócteles sobre la barra y luego dirigió su mirada hacia un piloto de cabello negro que vestía un short negro con detalles rojos, zapatillas deportivas y una sudadera ajustada sin mangas.
"¿Entrarás?", preguntó William, sacando un fajo de billetes y entregando la inscripción.
"Esta vez no hay servicio médico, muchacho. No te recomiendo que lo hagas, ten cuidado al conducir. No habrá reglas", advirtió Leonar seriamente.
Haciendo caso omiso de las advertencias, pagué la inscripción y salí del bar dejando a Leonar y a los demás pilotos atrás. Estaba decidido a vivir esta carrera al máximo, sin importar los riesgos. Alice me esperaba con una sonrisa expectante, lista para presenciar la emoción y la adrenalina que nos esperaban en la pista una vez escucho que competiría
Mientras nos dirigíamos hacia la pista, no pude evitar preguntarme qué había querido decir Leonar con "no hay reglas". ¿A qué se refería exactamente? Pero antes de que pudiera reflexionar más sobre eso, el rugido de los motores y el estruendo de la multitud nos envolvieron.
La pista estaba llena de motocicletas de todos los tamaños y colores, cada una con su propio piloto dispuesto a darlo todo por la victoria. Me coloqué el casco y me ajusté los guantes, preparándome para la carrera que estaba a punto de comenzar.
El semáforo se puso en verde y aceleré con fuerza, sintiendo la adrenalina correr por mis venas. La velocidad era impresionante, y las curvas desafiantes requerían toda mi concentración y habilidad. A mi lado, Alice se aferraba a mí con emoción, disfrutando cada segundo de la carrera.
A medida que avanzábamos por la pista, pude notar que, de hecho, no había reglas claras. Los pilotos se adelantaban, se rozaban y se desafiaban mutuamente, creando un espectáculo lleno de emoción y peligro. Era una competencia feroz y cada uno de nosotros luchaba por llegar primero a la meta.
La carrera se desarrolló a una velocidad vertiginosa, con cada vuelta más intensa que la anterior. Sentí la emoción. Era una experiencia única, una mezcla de habilidad, audacia y pura pasión por la velocidad.
Finalmente, después de una última vuelta, alcancé la línea de meta. El rugido de los motores se desvaneció y la multitud estalló en aplausos y vítores. Había ganado la carrera, y la emoción y la satisfacción llenaron mi ser.
Bajé de la moto, con Alice a mi lado, y nos abrazamos, celebrando nuestra victoria. Fue una experiencia inolvidable para ella, llena de emociones y desafíos. Nos dirigimos hacia Leonar es cual pasaba por la multitud, donde recibí mi merecido premio en efectivo. Miré a Alice y supe que esta pequeña aventura había sido de su agrado
La noche parecía no tener fin después de esa última carrera. La multitud seguía bebiendo y disfrutando del ambiente hasta que el sol salió, momento en el que Alice estaba exhausta de tanto bailar. Al llegar al hotel, Alice se adueñó de la cama y yo me dejé caer en uno de los muebles. El exceso de alcohol comenzaba a surtir efecto, y el sueño me venció. El sonido de la ciudad se desvaneció mientras me sumergía en un sueño profundo. Cuando desperté. Alice estaba despierta y lista para un nuevo día, mientras yo luchaba por levantarme y enfrentar la resaca
Decidí pedir el servicio a la habitación para desayunar, ya que Alice ya había comido o más bien almorzado, considerando la hora. Su mirada se mantenía fija en mí, como si disfrutara de mi lamentable estado. Pensé que ella tendría mejor aguante con la bebida, pero parecía estar disfrutando de mi resaca.
"Estamos de buenas esta mañana, ¿eh?", dijo Alice riendo momentáneamente. "La próxima vez tal vez sea yo la que tenga resaca".
Su comentario me hizo reír, a pesar de mi estado. No podía evitar sentirme agradecido de tener a Alice a mi lado, incluso en momentos como este. Mientras ella se mantenía entretenida con la televisión, me recomendó que me diera una ducha antes de que trajeran la comida. Agradecí su consejo y me dirigí al baño.
El agua fría de la ducha acariciaba mi cuerpo, aliviando la tensión y el cansancio. Cerré los ojos y dejé que el agua fluyera sobre mí, llevándose consigo los rastros de la noche anterior. Sin embargo, a medida que el agua corría, una sensación de malestar comenzó a apoderarse de mí. Sentí que alguien me observaba, a pesar de que la puerta del baño seguía cerrada. Era absurdo pensar que Alice se atrevería a entrar, nuestra relación no era así. Pero su voz resonó en mi mente como un eco del pasado.
"Eres todo lo que tengo y todo lo que necesito para seguir aquí", recordé sus palabras.
"Aferrarte a todo lo que crees para no enloquecer", añadió.
Sentí una punzada en mi corazón después de que terminó de hablar, así que me aferré a la pared para evitar caerme y exhalé mientras esperaba que pasara.
Mis ojos se estaban poniendo rojos, un rojo brillante en lugar del azul habitual que veía frente al espejo, y luego rápidamente volvieron a su color original. Entonces noté mi reflejo en el suelo.
Un escalofrío recorrió mi espalda y me apresuré a terminar mi ducha. Salí del baño y me encontré con la comida ya servida en la habitación. Alice también había pedido algo para ella. Me dejé caer en la cama y me sumergí en la película que mantenía a mi compañera atenta a la televisión mientras comía.
A medida que la trama de la película se desarrollaba, noté un cambio en la actitud de Alice. Parecía estar más relajada y abierta, como si el cambio fuera lo mejor para ambos. Aun así, no pude evitar pensar que tal vez sería bueno prolongar esta sensación un poco más. Mañana tendríamos que volver a la realidad, ya que el fin de semana estaba llegando a su fin y las clases comenzarían de nuevo. Pero por ahora, me permití disfrutar de este momento de tranquilidad, deseando que pudiera durar un poco más.
Pasamos el día viendo películas, riendo y comiendo helado. El tiempo pasaba más rápido de lo que imaginaba y pronto ya estaba anocheciendo. No quería que el día terminara así, pero era hora de volver a la realidad. Alice comenzó a ordenar sus cosas y salimos de la habitación, aunque todavía compartíamos risas mientras caminábamos hacia la recepción. Pagué los gastos mientras ella se dirigía al estacionamiento. Le entregué su casco y le dije que debíamos volver.
La vi entretenida y emocionada, su energía valía por dos. Le respondí que no volveríamos aquí, lo cual provocó un puchero de su parte que me hizo reír nuevamente. La próxima vez iríamos a un lugar mejor. Encendí la moto y esperé a que subiera.
"El tiempo no perdona", pensé para mí mismo mientras arrancaba la moto. Nos pusimos en marcha hacia la casa y el camino estaba iluminado por el faro de la moto. El viento era frío y el mal presentimiento que había sentido antes se volvía más fuerte. No podía dejar de mirar la velocidad, los niveles de gasolina y el camino. Todo parecía estar normal, pero algo en mi interior me decía que algo no estaba bien
Senti el fuerte agarre de Alice mientras conducíamos en la moto, pero en un segundo todo cambió. Sentí el impacto y lo siguiente que recuerdo fue abrazarla con fuerza, intentando protegerla lo mejor posible. La escena parecía reproducirse en cámara lenta mientras la moto volcaba y caíamos al suelo. No había nada en el camino que nos pudiera haber causado ese accidente, pero algo nos había golpeado y nos había obligado a salir de la carretera.
Sentía un ardor intenso en mi espalda, pero al mirar a Alice, que estaba entre mis brazos, parecía no tener lesiones graves. No había sangre, solo estaba un poco aturdida. Eso era un alivio. Dejé caer la cabeza, tratando de respirar profundamente y procesar lo que acababa de suceder.
No entendía cómo habíamos terminado en esta situación. Nos levantamos del suelo, prácticamente ilesos. Me quité el casco, al igual que Alice. Traté de no mostrar mi preocupación mientras la examinaba rápidamente. ella no tenia mas que algunos raspones en los brazos , pero nada grave. Le aseguré que estaba bien, que no me había pasado nada y que lo importante era que ella estuviera ilesa.
Caminé unos pasos hacia la moto para evaluar los daños. A simple vista, parecía estar en buen estado, pero al acercarme, noté algunos rasguños y abolladuras. Y Por primera vez desde que hicimos el contrato Arioch, me habló, o más bien me gritó.
Mis sentidos se nublaron mientras intentaba procesar lo que acababa de suceder. Sentí un fuerte golpe en mi hombro izquierdo y el dolor se intensificó de inmediato. La sangre comenzó a brotar y mi mano instintivamente se dirigió al lugar del impacto, pero antes de que pudiera reaccionar, otro golpe me alcanzó en el pecho. Bajé la mirada y, para mi horror, vi una tercera flecha clavada en mi pierna.
Tres flechas reales, lanzadas con precisión, me habían alcanzado.
Los pensamientos de Arioch, sedienta de sangre, comenzaron a invadir mi mente. Sentí cómo el fuego interior que siempre me acompañaba comenzaba a manifestarse, quemando levemente mis prendas. Pero, a pesar de esos sentimientos violentos, un miedo irracional se apoderó de mí, un miedo que me heló hasta los huesos. Este miedo me paralizó por completo, evitando que pudiera moverme y dejándome vulnerable. Fue en ese momento que recibí una cuarta flecha, esta vez en el antebrazo, que me hizo flaquear aún más.
Sin embargo, este miedo no provenía de mí ni de Arioch, sino de Alice. Volteé rápidamente hacia ella y la locura me consumió. La vi siendo sometida por una sombra de forma humanoide que la envolvía y consumía lentamente. El dolor, el miedo y la ira se mezclaron en mi interior, borrando cualquier pensamiento racional y sumergiéndome en una vorágine de emociones intensas.
En medio de aquel caos. Con un tirón brusco, saqué la flecha de mi pierna, sintiendo cómo el dolor se intensificaba y las llamas a mi alrededor aumentaban en intensidad. A pesar de la agonía, corrí hacia Alice, decidido a recuperarla. Sin embargo, antes de que pudiera alcanzarla, otra flecha me golpeó, haciéndome caer al suelo. Me sentía extrañamente exhausto, pero me negué a rendirme. Me levanté una vez más, extendiendo la mano hacia Alice, dispuesto a luchar contra cualquier obstáculo que se interpusiera en mi camino.
Pero una vez más, fui alcanzado por una flecha. El dolor me invadió y caí al suelo nuevamente, vislumbrando cómo la sombra se llevaba a Alice consigo. Desesperado y lleno de impotencia, escuché su grito ahogado y vi el miedo en sus ojos mientras desaparecía en las garras de la oscuridad.
-Ayuda... -susurré con voz entrecortada, sintiendo cómo mi fuerza se desvanecía junto con la esperanza de salvarla.
"¿a esos opacos ojos cuanto le han quitado, cuanto han llorado?"
En un mundo devastado y desolado, una figura femenina de ojos oscuros y tristes lloraba mientras intentaba sonreír. Mientras tanto, una joven pelirroja observaba con fascinación, disfrutando de la escena mientras saboreaba una chupeta. Con delicadeza, posó su dedo índice sobre el rostro casi inconsciente de su muñeco.
-¿Quieres ser libre? ¿Quieres tener fuerza? - preguntó la pelirroja.
-Por favor... - respondió la figura femenina entre sollozos.
-Es una pena que el cielo te considere una reliquia y que el infierno ya te haya encontrado tan pequeña. Aún faltan piezas que poseer para ganar, no podré ayudarte la próxima vez. Veré en silencio tu sufrimiento con dolor, pero esto implica lo que te dije en el pasado o en el futuro. No volveré, no cambiaré tu destino o el de el.
La figura femenina cayó inconsciente y un nuevo contrato fue sellado.
-Quiero el cielo, sé quien lo baje - susurró la joven en medio de aquella montaña de cadáveres la joven mostrando una sonrisa desagradable, una sonrisa desagradablemente hermosa
Aquella noche, la vida y la muerte se unirían. El tiempo y el espacio intentarían sorprenderla una vez más.
William despertó empapado en sudor, su cuerpo temblaba y su corazón latía acelerado. Le faltaba el aliento y las últimas palabras pronunciadas con delicadeza resonaban en su mente como si fueran mentira.
Al levantarse de la cama, notó una marca en la palma de su mano, un estigma del pecado del ángel de la muerte. El dolor se extendía por su brazo, acompañado de marcas que parecían no querer detener su avance
-No olvides quién eres - resonó en su cabeza.
-No luchar es perder
Las palabras resonaron en su mente hasta convertirse en un grito que lo hizo caer al suelo de la habitación. Lágrimas brotaron de sus ojos, buscando consuelo en el frío suelo. El dolor se intensificaba y todo se volvió oscuro a su alrededor.
Annie se encontraba en el estudio del señor Gray, manteniendo su mirada fija en el escritorio lleno de papeles del empresario, esperando a que este le diera instrucciones. El señor Gray le pidió que buscara a William, ya que tenía asuntos pendientes con él. Annie asintió y preguntó si había algo más que necesitara. El señor Gray respondió que por el momento no, y le indicó que podía retirarse.
Al salir del estudio del señor Gray, Annie se dirigió hacia el cuarto de William. Atravesó la sala y subió al segundo piso, pasando de largo la habitación de Alice, que se encontraba entreabierta y cerrada a una hora inusualmente tardía. Esto llamó la atención de Annie, ya que solo había visto entrar a William en la casa.
Annie reflexionaba en silencio sobre la relación entre William y ella misma. Desde que llegó a esa casa, William apenas le dirigía la palabra o la miraba. Comían en silencio y él siempre salía de la casa a cualquier hora. Si se encontraba con su padre, ni siquiera llegaba o, cuando lo hacía, traía consigo a alguna chica para pasar la noche y la despedía al día siguiente. Annie podía ver a través de los ojos azules de William que él estaba sufriendo, era un mal mentiroso y ella sabía que su comportamiento era solo una fachada para ocultar su corazón roto y su dolor.
A pesar de todo, Annie actuaba como una madre para él, lo regañaba como a un niño pequeño, aunque él no la escuchara. Discutían porque William no llegaba a casa, ella le preparaba desayunos que sabía que le gustaban para que comiera en casa en lugar de hacerlo en la calle. Sin embargo, apenas intercambiaban unas pocas palabras. Annie solo sabía lo que veía, un joven herido por aquel que debería protegerlo, su padre, quien rara vez estaba en casa a menos que se tratara de negocios. Cuando William y su padre se encontraban, siempre discutían y se hacían daño con cada palabra que decían. En una de esas discusiones, el señor Gray llegó a llamar a su propio hijo "asesino".
Annie nunca entendió la verdad detrás de esa tensa relación, pero desde que William trajo a Alice a la casa, su mirada ganó color. William trataba a esa joven con cariño y ella a él, parecían conocerse de toda la vida. Parecían hermanos y William empezó a hablar más, pasaba tiempo en casa e incluso se mostraba amable con las otras criadas. Alice era como una luz en la vida de William, tal vez podría sanar la herida en su corazón.
Estos pensamientos hicieron sonreír a Annie sin darse cuenta. Con el paso de los años, había tomado cariño a William y a Alice por haber logrado que aquel niño rebelde y desdichado volviera a experimentar un poco de felicidad.
De repente, Annie fue sacada de sus pensamientos cuando se dispuso a entrar al cuarto de William con el té de hierbas que había preparado. Justo en ese momento, la puerta se abrió por sí sola, revelando a William en el suelo, con un pequeño charco de sangre debajo de su cabeza. La bandeja que llevaba Annie cayó al suelo y solo se escuchó el sonido de la taza al romperse en la silenciosa habitación.
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-"Señor Luciano, ¿qué necesita de mí?" preguntó Estefan, inclinándose ante el hombre sentado en el oscuro trono del castillo en ruinas.
-"Has hecho un muy buen trabajo en el mundo de los humanos, Estefan. ¿Ya la encontraste?" respondió Luciano, con una sonrisa siniestra en su rostro.
-"Sí", dijo Estefan, mientras Cleo entraba en la habitación con el cuerpo inconsciente de Alice, dejándola caer al suelo.
-"Sigue vigilando al portador y te prometo que tendrás lo que deseas", dijo Luciano, lanzándole un frasco a Estefan.
Estefan entregó el frasco a Cleo, quien tomó su contenido. Luciano les ordenó que se fueran, diciendo que tenía que divertirse un poco. Estefan y Cleo salieron del estudio del castillo, mientras Luciano se acercaba a Alice, diciendo: "Por fin te encontré, mi princesa".
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-"Sara, lo que le has hecho no tiene perdón", dijo Juli, mirando a su amiga con tristeza en los ojos.
-"Acostúmbrate, Juli. Eres mi sucesora, la sucesora de la décima casa, la casa del tiempo. Somos las encargadas del pasado, presente y futuro. Tenemos que encargarnos de los siete infiernos y de los doce cielos. Ya no eres una niña, te he enseñado todo lo que se necesita para cuando ya no esté. Sabes también como yo que si no le dábamos a Alice, no arreglaremos el futuro", respondió Sara con frialdad.
-"Juegas sucio, Sara", dijo Juli, con lágrimas en los ojos.
-"Dime algo que no sepa", respondió Sara con una sonrisa irónica.
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-"Señor Gabriel, ya tienes tus órdenes. Tráelo ante mí", dijo , con voz fría y autoritaria.
-"Señor, no puedo traerlo. Es un humano, William Stile es...", comenzó a decir el subordinado de Gabriel.
-"Entonces mandaré a otra persona la sucesora de la casa de la luna ", interrumpió Gabriel.
-"Bien, yo iré", dijo la sucesora, dispuesta a cumplir el pedido
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Luciano observó a Ishtar con una mezcla de curiosidad y desprecio. A pesar de su apariencia imponente y su poderío, no podía evitar sentir una ligera inquietud ante la propuesta de la peli-negra. Sin embargo, su sed de poder y dominio era más fuerte que cualquier temor que pudiera experimentar.
"Está bien, acepto tu apuesta, Ishtar", respondió Luciano con una sonrisa desafiante. "Pero asegúrate de que el portador esté aquí antes de que Gabriel lo encuentre. No puedo permitir que él se interponga en mi camino".
Ishtar asintió con satisfacción y se dirigió hacia la salida del castillo en ruinas, mientras Luciano se preparaba para enfrentarse al portador de aquella imitación de demonio. Sabía que no sería una batalla fácil, pero estaba dispuesto a arriesgarlo todo por el poder que Ishtar le prometía.
Mientras tanto, el cuerpo de Alice, despojado de sus prendas era posado sobre un altar, Ishtar sintiendo la debilidad y el sufrimiento de su amiga. Sabía que no podía abandonarla en ese estado, pero también comprendía la importancia debía hacer . Con un beso en la frente de Alice, prometió volver por ella y se dirigió hacia el lugar donde se llevaría a cabo la batalla.
El destino de todos estaba en juego. Luciano y Ishtar se preparaban para enfrentarse en una batalla. El futuro de los siete infiernos y los doce cielos pendía de un hilo de destino
Ishtar recordó su apuesta antes de buscar al portador
-Apostare lo que tu deseas, te daré el poder con el que me maldijeron "las llamas de la vida" claro esta, será tuyo si ganas en cambio si pierdes yo me llevare dos almas incluyendo a la de la princesa
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Una vez más, me encontraba envuelto en un torbellino que me arrastraba cada vez más profundo en un mar de recuerdos que no eran míos, pero al mismo tiempo lo eran. El fuego surgía de la nada y lo consumía todo, su luz oscura me cegaba y, al abrir los ojos, no podía ver ni sentir nada.
¿Acaso estoy muerto?
No sé dónde comienza ni termina el sueño, pero me veo atrapado, enjaulado en este cuerpo, viendo a través de estos ojos que han visto cosas que nunca debieron ver. Este cuerpo está marcado con las cicatrices del pasado, tan frágil como el cristal.
El callejón, la sangre, el sonido de los autos...
La habitación blanca y mis manos manchadas de sangre...
La oscuridad en la que estaba sumergido se desvaneció cuando el brillo de esas llamas oscuras me alcanzó.
"Es cálido".
La duda se fue y todo cambió, como si un balde de agua fría cayera sobre mí, desperté o eso pensé.
-Has llegado.
-¿He llegado?
Arioch se levantó del banquillo de madera y extendió los brazos hacia mí, esperándome. Mientras yo me levantaba en medio de ese jardín de flores inmarcesibles, o eso aparentaba.
-Me alegra que estés aquí. ¿Crees que es hermoso?
Aunque su voz estaba llena de alegría y emoción, sus ojos rojizos reflejaban melancolía. La vi una vez más y todas las flores a su alrededor estaban muertas. Cada paso que daba con sus pies descalzos hacía que la tierra muriera bajo ellos, todo a su alrededor perecía.
-Siempre me ha gustado esta casa, la casa de la luna y sus jardines interminables me dan calma, a diferencia de la casa de la mente.
Arioch se acercó y yo di un paso torpe hacia atrás, cayendo al suelo.
-También me temes.
La sonrisa que adornaba sus labios desapareció y, dándole la espalda a William, habló.
-Pronto nuestro trato se habrá cumplido y mi poder será tuyo. Gabriel ya viene, ¿no lo has olvidado?
La dulce voz se transformó en una llena de rencor y la sonrisa retorcida que se apoderó de esos labios detuvo el corazón de William por un instante. En ese instante, el miedo llegó y se fue. Esa sonrisa que Arioch tenía era la misma que William usaba a diario y a la cual todos huían, la misma que odiaba y se veía obligado a usar.
Esa misma sonrisa se posó en los finos labios de William. Era la misma que mostraba lo mal y roto que estaba. Volviéndose a levantar del suelo, con una rosa negra en la mano, se acercó a ella, que se había volteado dejando ver sus ojos llenos de ira y desesperación.
-¿Qué quieres de mí? - preguntó William
Arioch se giró lentamente hacia él, la rosa negra se marchitaba en su mano mientras sus ojos brillaban con un fuego oscuro y peligroso.
-Quiero que veas la verdad, William. La verdad de lo que eres en realidad lo que somos
William sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal. No entendía a qué se refería Arioch, pero sabía que no podía alejarse de ella. Estaba atrapado en su juego, en su laberinto de ilusiones y pesadillas.
William se quedó en silencio, procesando las palabras de Arioch. Sabía que tenía razón poco sabia de lo que lo rodeaba poco recordaba de lo que había pasado, que debía enfrentar sus demonios internos
-¿Cómo puedo lograrlo? - preguntó finalmente, su voz llena de determinación.
Arioch sonrió, pero esta vez era una sonrisa llena de esperanza.
-Debes enfrentar tus miedos y aceptar todas las partes de ti mismo. Solo entonces podrás encontrar la paz que tanto anhelas, solo entonces seremos uno
El fuego que ardía dentro de William se calmó lentamente, las llamas blancas y negras se fusionaron en un baile armonioso. Sabía que el camino sería difícil, pero estaba dispuesto a enfrentarlo.
El fuego que salía del cuerpo de ella se extinguió, y en su lugar renació una nueva llama, una llama que no ansiaba venganza sino protección
Perdóname
Todo a nuestro alrededor cambió una vez más. En lugar de estar frente a mí, Arioch ahora estaba de rodillas ante un hombre que yacía en el suelo, rodeado por un gran charco de sangre. Dos hombres más llegaron y, al intentar tocar su cuerpo, un torbellino de llamas blancas y negras surgió de él. El fuego comenzó a consumirlo todo mientras los hombres desplegaban un par de enormes alas cada uno. Las llamas provenientes del cuerpo de Arioch se intensificaron.
"Esta es mi verdad", dijo ella. "Un alma dividida en dos. Una parte deseaba vivir feliz, rodeada de flores y en compañía de su único amor. Fue condenada a morir sola, llena de odio. La otra parte deseaba morir cuando le arrebataron todo lo que amaba y la obligaron a vivir para presenciar cómo todo lo que ella quería se destruía y moría".
Los dos hombres tomaron a Arioch, uno sosteniendo cada extremo de su cuerpo. Luego, otro hombre, cuyo rostro no se veía, se acercó lentamente. Introdujo su mano en el abdomen de Arioch y extrajo una versión cristalina de ella. Sin soltarla, la partió en dos con un suave movimiento de la espada que sostenía en la otra mano. Los otros dos hombres soltaron el cuerpo, que cayó sin ofrecer resistencia alguna al suelo, mientras las dos versiones cristalinas de Arioch, divididas en dos, eran consumidas por el fuego. Una envuelta en llamas blancas y la otra en llamas negras.
"Ya deberías despertar", susurró el hombre sin rostro.
Nota: ¿de que huir?Si lo que te atormente lo llevas dentro y eso te persigue