Hay inviernos que no siempre son fríos... algunos pueden ser lo suficientemente cálidos como para hacerte olvidarte del mundo que te rodea.
Esta noche fue testigo de una tormenta verdaderamente amarga, la temporada invernal no tiene piedad con los debiles y menos en estas zonas, ya que experimentamos día a día algunos de los vientos más feroces y cambios climáticos más intensos, como lo demostró la tormenta verdaderamente severa que ocurrió esta noche.
Las calles perdieron el poco color que tenían cuando las nubes alcanzaron el cielo. Las gotas de lluvia golpeando el pavimento destrozándose con su cruel impacto. No dejaban de sonar por todas partes, el gélido viento hacía que los cristales en las ventanas se movieran de tal manera que parecían querer romperse. Y las calles que se vaciaban lentamente hasta dejarlas desoladas.
Con las preguntas que lo habían inquietado desde el incidente transcurrido hace ya tres semanas, un niño de ocho o nueve años corre por las calles bulliciosas sin ningún conocimiento alguno de lo que acontecía a sus alrededores.
- ¿Dónde estoy?
Eso fue todo lo que tuvo que decir, ya que estaba perdido en esta ciudad donde creció y viajó tantas veces con su familia. Sabía dónde estaba la florería que le gustaba a su hermana y los dulces que su madre le había comprado tantas veces, incluso conocía el área alrededor del bosque, pues había jugado allí, aunque nunca se acercó a la colina frente a él.
Este risco abrigado con una fina capa de nieve era irreal, casi indescriptible. El resplandor de la luna llena que le daba la impresión de que este lugar escondía miles de secretos, pero al mismo tiempo revelaba todo, la luna parecía tan cercana a quien se le acercaba que dio la ilusión de que podría agarrarla si extendía la mano. Su brillo fascinante lo hizo olvidar la tormenta que lo rodeaba, y el camino a la cima estaba marcado por cada paso dado para llegar al abismo, aunque las palabras de su padre le vinieron a la mente, asi como la lluvia golpeaba el suelo.
ERES EL CULPABLE DE SU MUERTE.
POR TI, YA NO ESTÁN.
NUNCA DEBISTE DE NACER.
TÚ NO ERES MI HIJO.
Cada palabra era más fuerte que la anterior, por lo que el peso aumentaba gradualmente y el niño se echaba a llorar frente a la luz de la luna, ya que ésta era el único testigo de su bendito destino y de sus insuperables penas.
"El capricho de una vida que no se va, un alma rota que clama por ayuda, resonó en la cima de la colina como el canto y el grito de un pájaro enjaulado."
Así pasaron los segundos, convirtiéndose en minutos y luego en horas. El niño, sin nada más que hacer, abrazó sus únicas posesiones, con la esperanza de conseguir lo que ya no tenía...
Fuerza. Fuerza para seguir adelante. Fuerza para no rendirse y renunciar a todo.
Un bolso negro ligeramente desgastado con un bordado detallado de un dragón carmesí en el costado, que el tiempo sabía que no estropearía esas delicadas costuras cosidas a mano, mientras que a unos centímetros de distancia colgaba una guitarra negra de tamaño casi idéntico al suyo con un diseño sencillo. Habitual de un zarcillo de flores de loto blancas, y grabadas a un lado estaban las palabras que su madre había escrito antes de dárselas.
"El presente es el momento más preciado."
¿Por qué?
¿Por qué dio ser así?
¿Debí haber sido yo?
¿Por qué no puedes estar aquí para mí, para hacer realidad estas palabras?
Al decir esto, los ojos azules del niño perdieron el poco brillo que aún les quedaba, y una última lágrima que brotó del fondo de su ser reveló todo su sufrimiento, dolor y tristeza albergado en su corazon.
La luna, que se encontraba en su punto más alto, brilló aún más cuando un rayo blanco colisionó con uno negro. Y así como telarañas que se extendían por el cielo, formaron la figura humana que se ocultaba en la repentina oscuridad de la noche.
Posada frente la luna llena, extendió sus dos alas lo más que pudo, juntó sus manos a la altura del pecho antes de descender a gran velocidad y con el objetivo ya fijo, y justo antes de que todo se volviera negro, sólo se escucharía una gran explosión.
"Mi elección ya está hecha, muéstrame lo que puedes lograr con un poco de fuerza."
"Tiempo, esta noche mis deudas contigo están pagadas."
"Destino, volvamos a jugar."
Los relámpagos se escucharon por toda la ciudad. He iluminando el cielo como si fuera el mismo sol quien se presentara en plena noche, y el brillo opaco de las llamas que incendiaron gran parte del bosque quedó en la memoria de todos los que allí estuvieron presentes.
A los días de la fuga del niño, todo iba como si nada en la ciudad, ya que nadie preguntaba si alguien sabía. Un hombre de traje se paró frente a la ventana y preguntó qué se debía hacer con el niño de cabello negro carbón, piel ligeramente bronceada por el sol y los ojos tan azules como el mismo océano. Él era la viva imagen de su madre, y eso hizo que el hombre se sintiera aún más resentido al verlo en los brazos de esta mujer mayor que se presentaba sin precedentes ante él.
Sin mucha precaución lo tomó, mirándolo con disgusto, para entregárselo a una empleada que apenas lo sostuvo en brazos lo sacó de la oficina donde estaban, la señora que hasta ese momento no había dejado de ver al niño hasta que desapareció por la puerta corrediza y miró al hombre.
- Ya trajiste a este mocoso contigo. ¿Cuánto cuesta su silencio, o vino dispuesta a pedir algo a cambio?
Mencionó el hombre nivelando el tono de su gruesa y calmada voz.
- Yo, Sr. Gray, no quiero nada de usted. Es mejor que se haga esa pregunta internamente. Ese niño que tanto parece odiar, no tiene la culpa de todo lo que pasó ahí, sólo fue una mala jugada del destino. Y créalo, le hace más daño a él del que te puedes hacer a ti mismo negándolo. Pero tranquilo, el destino sabe elegir a sus juguetes.
Las palabras de esta mujer, expresando tanta inquietud, dejaron a Gray con una pregunta que solo él podía responder, y su insinuación del destino le dejó un mal sabor de boca, una don nadie se atrevía a criticarlo como si supiera todo lo que pasó a causa de ese niño.
Nunca debes llorar lo que se ha perdido, ya que el recuerdo perdurará en tu memoria.
( Esto último es de mi parte. Para todo aquel que llegue a leer esta historia, el pasado dejará marcas pero es lo que hace quienes somos, son las pruebas que pasamos para llegar a donde estamos. )