Lysara permanecía junto a Adrian en lo alto de la torre de la fortaleza, donde ambos contemplaban el vasto territorio que se extendía bajo la luz plateada de la luna. La reciente conversación con Clio, Lysandra y Valeria había sido reveladora para todos, pero también había despertado una inquietud en Lysara que no podía ignorar. Aunque su relación con Adrian y su deseo de no separarse de él seguían firmes, sabía que el mundo estaba cambiando y que su papel en ese cambio debía ser más activo.
Lysara giró lentamente hacia Adrian, sus ojos reflejando la luz de la luna. "Adrian, sé que nunca quisiste involucrarte directamente en los asuntos de los humanos, ni expandir más allá de los límites de tu fortaleza. Pero yo... siento que no puedo quedarme aquí sin hacer algo. No después de todo lo que he visto y vivido en Nippon."
Adrian, con su expresión calmada y siempre vigilante, la miró con una mezcla de curiosidad y comprensión. "¿A qué te refieres exactamente, Lysara? Sabes que no puedo interferir más de lo necesario. El mundo humano siempre ha sido volátil, y nosotros hemos encontrado nuestra manera de sobrevivir en las sombras."
Lysara asintió, sabiendo bien cuál era la postura de Adrian, pero también sabiendo que había llegado el momento de tomar una decisión. "Lo sé, y no pretendo que cambies tu forma de ver las cosas. Pero he estado pensando en lo que ocurrió en Nippon. Allí, los vampiros bajo mi liderazgo expulsaron a los licántropos y logramos crear un lugar donde los nuestros prosperaron, donde los humanos y los vampiros podían coexistir en paz."
"¿Estás sugiriendo que hagas lo mismo aquí?" Adrian arqueó una ceja, intrigado.
Lysara asintió con firmeza. "Hay una ciudad no muy lejos de aquí, Múnich, una de las más grandes de Alemania. Es un lugar donde los vampiros podrían establecer un territorio, como hice en Nippon, expulsando a los licántropos y brindando un refugio para los nuestros. No quiero alejarme de ti, Adrian, pero siento que este es mi deber, una manera de ayudar a nuestra especie a sobrevivir en un mundo que cada vez es más hostil para nosotros."
Adrian la observó en silencio durante unos momentos. Sabía lo poderosa que era Lysara, tanto en combate como en liderazgo, y comprendía la magnitud de lo que estaba proponiendo. "Lysara, si haces esto, te enfrentarás a más desafíos de los que viste en Nippon. Los licántropos en Europa son mucho más numerosos y violentos. Y los vampiros que aún quedan aquí están desorganizados, dispersos. Será una guerra larga."
Lysara lo miró a los ojos, decidida. "Lo sé. Pero no puedo quedarme en esta fortaleza sin hacer nada. En Nippon, descubrí lo que soy capaz de lograr. Ahora quiero hacer lo mismo aquí, en Europa. Ayudar a nuestra especie a prosperar, a construir un futuro más seguro para todos nosotros."
Adrian soltó un leve suspiro y bajó la mirada al suelo, comprendiendo la gravedad de la situación. Sabía que no podría detenerla ni cambiar su mente. "No puedo detenerte, Lysara. Sabes que no quiero inmiscuirme en los asuntos humanos ni expandir mi territorio, pero... si este es tu deseo, no te lo impediré."
Lysara esbozó una leve sonrisa. "No quiero alejarme de ti, Adrian. Quiero que sepas que seguiré aquí, siempre. Pero necesito hacerlo. Es lo que siento correcto."
Adrian la miró profundamente, dejando de lado su frialdad por un momento. "Si decides ir a Múnich y establecer un territorio vampírico allí, lo harás sabiendo que estarás en constante peligro. Pero tienes mi apoyo, y cuando necesites mi ayuda, estaré allí."
Lysara lo observó con gratitud y una renovada determinación. Sabía que la tarea no sería fácil, pero no tenía miedo. Sabía lo que tenía que hacer.
Adrian dio un paso hacia ella, su mano rozando la de Lysara. "Prométeme una cosa. Si alguna vez la situación se vuelve imposible, regresa. No importa lo que ocurra, siempre tendrás un lugar aquí, conmigo."
Lysara tomó su mano con suavidad. "Lo prometo."
Juntos, observaron el horizonte, donde las luces de la ciudad de Múnich brillaban a lo lejos, un lugar que pronto sería testigo de una nueva era para los vampiros.
Las primeras luces del alba comenzaron a asomar en el horizonte, pero en el corazón de la fortaleza de Adrian, la oscuridad todavía era profunda y envolvente. Lysara y Adrian permanecían en silencio, compartiendo un momento íntimo antes de que sus caminos, aunque no separados, tomaran direcciones distintas.
Lysara sabía que no había vuelta atrás. Su mente estaba decidida. El poder que había acumulado en Nippon, junto con la sabiduría adquirida a lo largo de los siglos, la impulsaba a actuar. Múnich, una ciudad rica en historia y con un peso simbólico para Europa, era el lugar perfecto para comenzar su nuevo proyecto.
"Partiré esta misma noche," dijo Lysara, rompiendo el silencio con voz serena, aunque decidida. "No quiero perder tiempo. Cada día que pasa, más de los nuestros son cazados o se ven obligados a esconderse como sombras. Esto debe cambiar."
Adrian asintió levemente, su rostro impasible pero sus ojos traicionando una preocupación interna. Sabía que Lysara estaba más que preparada para esta misión, pero no podía evitar sentir el peso de lo que estaba por venir. A pesar de su frialdad exterior, había una conexión profunda entre ellos, y la posibilidad de que ella se enfrentara a grandes peligros sin él lo inquietaba.
"Enviaré a algunas de mis guardianas contigo," ofreció Adrian. "Clio y Lysandra estarán a tu disposición, así como Valeria. No quiero que enfrentes esto sola."
Lysara negó suavemente con la cabeza, una sonrisa tranquila dibujándose en sus labios. "Aprecio tu preocupación, Adrian, pero quiero hacerlo sola. Múnich es mi misión, mi forma de asegurar un futuro para los nuestros. Necesito demostrarles que los vampiros todavía podemos ser poderosos sin depender solo de ti o de tu fortaleza. Además, Clio y Lysandra tienen su lugar aquí contigo."
Adrian la observó unos momentos más, debatiendo internamente. Finalmente, inclinó la cabeza en señal de aceptación. "Como desees, Lysara. Pero no dudes en llamarme si necesitas ayuda. No importa cuán lejos estés."
Lysara asintió, agradecida por el apoyo de Adrian, aunque sabía que, en el fondo, él preferiría que no se alejara tanto. Ambos sabían que este era un paso necesario, no solo para ella, sino para el futuro de los vampiros en Europa.
Cuando la luna comenzó a alzarse de nuevo, Lysara se preparó para partir. Se despidió de las guardianas y de Valeria, quienes respetaban su decisión pero también mostraban una sombra de preocupación. Aunque Lysara era poderosa, el mundo exterior era implacable, y las fuerzas que se interponían en su camino eran tanto visibles como ocultas.
Al salir de la fortaleza, Lysara se dirigió hacia los espesos bosques que rodeaban la frontera. Sabía que Múnich estaba a unos días de viaje, y aunque se desplazaba con una velocidad sobrehumana, el trayecto sería peligroso. Los licántropos ya habían establecido su dominio en muchas áreas de Europa, y sabía que tendría que ser cautelosa.
Mientras recorría las antiguas tierras, Lysara no podía evitar pensar en Nippon y en cómo había logrado convertir esas islas en un refugio seguro para su especie. Pero Europa era diferente. Aquí, los licántropos habían cimentado su poder durante siglos, y su brutalidad superaba incluso la de los más feroces enemigos que había enfrentado en Nippon. Pero eso no la detenía, porque en el fondo, sabía que el futuro de los vampiros dependía de recuperar su poder en estas tierras.
Al acercarse a Múnich, Lysara sintió la presencia de licántropos patrullando los alrededores. Eran numerosos, pero no organizados. Sabía que si conseguía establecerse en la ciudad, podría expulsarlos uno por uno, pero para eso necesitaría astucia y paciencia. Sus primeros pasos no serían a través de la violencia directa, sino mediante la diplomacia y la manipulación. Si podía ganarse a los vampiros que aún se escondían en las sombras de la ciudad, tendría una base sólida para enfrentarse a los licántropos.
Lysara entró en Múnich bajo el manto de la noche, la luna bañando las calles vacías con una luz tenue. Los ecos de la historia de la ciudad vibraban a su alrededor, y pudo sentir las miradas de los vampiros ocultos que la observaban desde los rincones más oscuros. Sabían quién era. Sabían que había llegado alguien que podía cambiar el curso de sus destinos.
Con su primera misión clara, Lysara comenzó a moverse en las sombras, buscando a aquellos que estarían dispuestos a unirse a su causa. La guerra contra los licántropos sería larga, pero como había aprendido en Nippon, la clave para la victoria no solo estaba en la fuerza, sino en la unidad y el liderazgo.
Adrian observó la luna desde su fortaleza, sabiendo que la batalla de Lysara apenas había comenzado, pero confiando en que ella encontraría la manera de prevalecer.