Año 2071, principio de la primavera en la Frontera Salvaje de los Alpes Bávaros.
El invierno se desvanecía lentamente, dejando paso a una primavera incierta. El aire, aún frío, traía consigo rumores y ecos de algo que se aproximaba, una amenaza latente que se movía más allá de los confines del territorio de Adrian. Varian y su ejército de licántropos, cuyo nombre había resonado como una sombra distante durante años, finalmente habían cruzado la frontera. La calma que había reinado en las ciudades vampíricas cercanas, una calma construida sobre décadas de riqueza y comodidad, comenzaba a desmoronarse.
Las ciudades vampirizadas, tan cercanas al poder y protección de Adrian, habían vivido durante años en una burbuja de relativa seguridad. La influencia de la fortaleza se extendía por todo el territorio, y los vampiros que habían encontrado refugio en las ciudades prosperaron bajo la sombra de la imponente fortaleza. El control de las guardianas había sido más que suficiente para mantener a los licántropos alejados, pero ahora, ante la incursión de Varian, todo cambió.
Los primeros informes llegaron con rapidez. En las afueras del territorio, pequeñas avanzadas licántropas habían comenzado a arrasar pueblos humanos, expandiéndose como una plaga. Adrian, en su habitual quietud, no movió un solo músculo ni dio orden alguna. Desde su trono, observaba cómo la situación se desarrollaba con la misma calma glacial que siempre lo había definido. Pero los vampiros en las ciudades, cegados por la arrogancia que les había dado años de paz y riqueza, no compartían esa paciencia.
Desesperados por mantener sus privilegios y creyendo que podían enfrentar la amenaza, algunos clanes de vampiros decidieron actuar por cuenta propia. Se reunieron en las plazas de las ciudades, discutiendo estrategias improvisadas, convencidos de que podían contener la incursión licántropa antes de que llegara a la fortaleza. En su mente, eran invencibles; después de todo, habían sobrevivido siglos bajo la protección de Adrian. Su decisión fue rápida y desastrosa.
Con un ímpetu ciego, esos vampiros abandonaron las ciudades y marcharon hacia la frontera, donde los primeros grupos de licántropos habían cruzado. Pero la realidad que encontraron fue mucho más cruel de lo que imaginaban. Los licántropos de Varian no eran meros bestias salvajes; estaban organizados, entrenados y listos para aplastar cualquier resistencia. Las primeras escaramuzas fueron brutales. Los vampiros, tan acostumbrados a la seguridad y al lujo, se encontraron completamente superados.
Los licántropos atacaron con una ferocidad despiadada, emboscando a los vampiros que, aunque poderosos individualmente, no estaban preparados para una guerra organizada. Cuerpos desmembrados, sangre y polvo cubrieron los campos en las afueras de las ciudades. En cuestión de días, los clanes vampíricos que habían abandonado sus hogares fueron aniquilados. El resultado fue devastador, y los rumores del desastre se propagaron rápidamente, sembrando el caos y el pánico entre los vampiros de las ciudades circundantes.
En la fortaleza, Clio y Lysandra observaron con frialdad cómo las noticias llegaban desde los refugios vampíricos. Lysandra, con su sed de sangre y su naturaleza guerrera, ardía por salir y aplastar a los licántropos ella misma. "Si Adrian me lo permitiera, barrería ese ejército en un instante", murmuró, afilando una de sus espadas con calma contenida.
Clio, aunque compartía el mismo deseo, era más cautelosa. "Adrian tiene sus razones para esperar. No es cuestión de poder; es cuestión de tiempo. Este Varian no es como los otros. Pero si llega aquí, no tendrá escapatoria."
Valeria, siempre en las sombras, observaba y escuchaba en silencio. Su lealtad inquebrantable hacia Adrian no impedía que su mente trabajara a gran velocidad. Sabía que Adrian tenía un plan, aunque él no lo hubiera revelado aún. La llegada de Varian había despertado algo en él, algo más profundo que la simple defensa del territorio. Pero no estaba claro qué era.
Mientras los días pasaban, el avance de Varian continuaba, lento pero imparable. Los licántropos avanzaban desde las fronteras, y aunque aún no se habían acercado a la fortaleza, el peligro era inminente. Las ciudades cercanas, ahora conscientes de la amenaza real, comenzaron a fortificarse, desesperadas por resistir lo que se avecinaba. Pero sin el liderazgo de Adrian, su destino parecía sellado.
Finalmente, una noche fría, Adrian reunió a sus tres compañeras en la sala del consejo. Su figura, imponente como siempre, se recortaba contra las sombras proyectadas por las antorchas. En el ambiente había una tensión palpable, pero Adrian se mantenía inmutable. Su mirada recorría a Lysandra, Clio y Valeria, todas ellas esperando sus palabras con una mezcla de expectación y curiosidad.
"No actuaré por ahora", comenzó Adrian, su voz tan gélida como siempre. "Los vampiros que cayeron no eran dignos de esta fortaleza. La paz los debilitó. Pero Varian ha cometido un error. Al entrar en mis tierras, ha despertado algo que debió dejar en el olvido."
Las tres vampiras lo observaban en silencio, conscientes de que algo profundo estaba gestándose en la mente de Adrian.
"Este Varian es diferente, sí. Pero no es más que otro peón en un juego que no comprende. El mundo ha olvidado quién soy, quiénes somos. Es hora de recordárselo."
Clio inclinó ligeramente la cabeza, comprendiendo las implicaciones de sus palabras. "¿Qué vas a hacer, Adrian?"
Adrian la miró directamente, sus ojos brillando con una frialdad impenetrable. "Tomaré una decisión. No solo para acabar con Varian, sino para mostrar al mundo que este territorio, esta fortaleza, no es un refugio cualquiera. Haré que el mundo recuerde lo que significa enfrentarse a nosotros."
Las palabras quedaron suspendidas en el aire, llenas de promesas oscuras y poder. Adrian no reveló los detalles de su plan, pero la tensión en la sala era palpable. Sabían que cuando Adrian actuara, no habría vuelta atrás. La decisión que tomara cambiaría el curso de la guerra y, posiblemente, del mundo entero.
En la oscuridad de la fortaleza, las llamas danzaban sobre las paredes de piedra, mientras Adrian se retiraba, dejando a sus compañeras en silencio, sabiendo que el momento de actuar estaba cerca