Fecha: 25 de Abril, 82 a.C.
La villa, un refugio de tranquilidad en medio del bullicio de Roma, se encontraba bañada por la suave luz del atardecer. Adrian, Clio y Lysandra se encontraban en el jardín, disfrutando de la serenidad que el lugar ofrecía, mientras conversaban sobre los recientes eventos en la ciudad.
"Roma es fascinante," comentó Clio, mientras observaba las flores que adornaban el jardín. "Hay una energía aquí que no he sentido en ningún otro lugar en el que hemos estado."
Lysandra asintió, "Es cierto. Pero también hay una tensión subyacente, una lucha constante por el poder y la influencia entre las familias nobles."
Adrian, con una copa de vino en la mano, miró hacia la ciudad que se extendía más allá de los muros de su villa. "Es un juego peligroso, uno que hemos evitado jugar durante siglos. Pero observar desde las sombras nos ha permitido sobrevivir y prosperar."
En ese momento, un sirviente se acercó, llevando una carta sellada en una bandeja de plata. "Amo, una misiva ha llegado para usted," dijo, presentándola con una reverencia.
Adrian tomó la carta, observando el sello de cera antes de romperlo delicadamente. Desplegó el pergamino, sus ojos deslizándose por las palabras escritas con una caligrafía elegante. Clio y Lysandra observaban, una mezcla de curiosidad y cautela en sus miradas.
"Es de Gaius Julius," dijo Adrian, su voz tranquila. "Nos ha invitado a un evento en su villa dentro de dos noches. Parece que hemos despertado su interés de alguna manera."
Lysandra frunció el ceño ligeramente. "¿Crees que es prudente asistir, Adrian? No conocemos sus intenciones y, como bien dijiste, hemos prosperado manteniéndonos al margen de tales juegos."
Clio se inclinó hacia adelante, "Pero rechazar la invitación podría ser visto como un desaire, y eso también podría traernos problemas. Además, podría ser una oportunidad para aprender más sobre la dinámica de la ciudad."
Adrian reflexionó sobre sus palabras, sopesando las opciones. "Asistiremos," decidió finalmente. "Pero con los ojos bien abiertos y manteniendo nuestras verdaderas naturalezas ocultas. Somos observadores en este juego, no participantes."
Las dos mujeres asintieron, comprendiendo la sabiduría en sus palabras. Pasaron el resto de la tarde discutiendo posibles escenarios y preparándose para la noche que les esperaba.
Los días pasaron lentamente, cada uno lleno de preparativos y discusiones sobre la próxima reunión. La villa se llenó con el bullicio de los sirvientes, preparando vestimentas y asegurándose de que cada detalle estuviera en su lugar para la aparición pública de sus amos.
La noche del evento finalmente llegó, y los tres inmortales, vestidos con una elegancia discreta pero indudable, se dirigieron hacia la villa de Gaius, preparados para una noche de observación e intriga en la compleja sociedad romana.