—¿Reyes bestia? —La broma traviesa de la chica funcionó. Aquellas personas estaban asombradas. Tang Ruyan estaba riendo con disimulo, pero sonaba seria. ¿Estaba diciendo la verdad? Apenas podían creerlo.
—¿Reyes bestia? ¿Nos están tomando el pelo...? —¿En serio? Habrían puesto caras largas ante cualquier otra persona por hacer una broma tan inapropiada.
Sin embargo, esa chica estaba en el rango titulado... No sabían mucho sobre ella; como tal, temían provocarla. Después de todo, acababan de mudarse a Longjiang. Eran completamente ajenos al lugar y a la gente.
—Por supuesto que les estoy diciendo la verdad. Nuestra tienda no miente —dijo Tang Ruyan con orgullo—. Pero si pueden comprarlos o no depende de si son lo suficientemente poderosos.
—¿Qué? —Se miraron entre sí sin palabras.
Tang Ruyan no se explayó más. Les mostró el camino hacia la sala de exhibición con una sonrisa misteriosa y dijo:
—Pueden elegir cualquiera de los reyes bestia que hay aquí.
