—Esta sensación… —El anciano cambió su expresión y tembló; sintió que se había convertido en la persona que solía ser cuando servía al gran emperador anteriormente; en aquel entonces era tan dócil como un gato.
Cualquier pensamiento inapropiado sería detectado en el momento en que le ocurriera.
El emperador era cien veces más aterrador que Ye Chen.
El anciano sentía como si estuviera siendo controlado por el emperador de nuevo.
¡Era imposible para él liberarse, sin importar cómo lo intentara!
—Debes cumplir con las reglas de mi tienda —Su Ping miró a la mujer del caldero que temblaba de rodillas. Ya no era tan arrogante como antes; más bien, temblaba como una niña herida.
La mujer del caldero escuchó la voz de Su Ping, pero no halló la fuerza para enojarse; la mirada penetrante en su espalda le impedía albergar cualquier pensamiento negativo.
—¿Ahora eres obediente? —Su Ping quitó las restricciones del sistema y se agachó frente a la mujer arrodillada.