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—Acabo de heredar el legado. Según el último deseo de la antigua deidad, tengo que hacer un recado por él, para así poder tomar control de esta residencia y sus tesoros —dijo Su Ping, la excusa que había pensado. Luego le habló a Shen Huang—. Maestro, no puedo realizar la tarea solo; espero que puedas ayudarme.
—Por supuesto —aceptó Shen Huang de buena gana, sin importarle que Su Ping no estuviera utilizando un título cortés.
Su Ping ya era un par en el Estado Celestial; realmente ya no le importaban mucho las formalidades.
—Maestro, espérame allí —dijo Su Ping telepáticamente. Luego envió las coordenadas del punto en la extensión de la raíz del árbol antiguo a Shen Huang—. Estaré allí pronto.
—Pero si ambos vamos, ¿qué pasará con tu residencia...? —Shen Huang frunció el ceño, y pensó que Su Ping era demasiado joven y excesivamente confiado. No creía que fuera prudente que éste hubiera dicho públicamente que iba a hacer un recado, ni por qué lo estaba haciendo.