—¿Qué quieres decir? —el Segundo Príncipe podía entender vagamente las palabras de Noah, pero quería escucharlo describirlas—. Ya he vivido como esclavo. No seré el tuyo.
—Deberías sentirte afortunado de que no tengo ningún interés en matarte —Noah respondió mientras mostraba una sonrisa fría hacia el real.
Un escalofrío recorrió la columna vertebral del Segundo Príncipe cuando las pupilas reptilianas se posaron en él. Se sintió desnudo bajo la penetrante mirada de Noah. Incluso si el real no era un ser vivo real, sus instintos de supervivencia gritaron de miedo cuando la muerte se convirtió en una posibilidad en su mente.
Noah podía acabar con su vida en esa situación. Nada en el mundo podría detenerlo, y el Segundo Príncipe no tenía ninguna estrategia secreta para desplegar. El real moriría con seguridad si Noah decidiera atacar.