Era imposible, o, al menos, debería haberlo sido.
Noah caminó hacia el volcán con una mirada inquebrantable. No tenía que explicar nada, y no tenía sentido regodearse en la sorpresa que había causado su rango.
Los demás podían ver toda su existencia. La energía primaria se formaría de manera natural a su alrededor, y su cuerpo la absorbía cada vez que respiraba. No lo ocultaba. Simplemente no podía suprimirse a ese nivel.
Las muchas emociones que atravesaban sus expresiones estaban todas justificadas. Noah apenas había cruzado la marca de los ochenta años, pero ya había pisado un nivel que incontables cultivadores no lograban alcanzar.
El Anciano Austin no sabía cómo reaccionar. Era como si su cerebro se hubiera congelado en shock cuando sintió el aura de Noah.