—Había que decir que Xia Cheng era bastante astuto —murmuró el narrador—. Estaba usando a Mayordomo Liu para secuestrar a Qiao Xi y encontró el chivo expiatorio perfecto. Después de que Mayordomo Liu fuera capturado por la policía, Xia Cheng escondería secretamente a Qiao Xi y usaría su sangre para desintoxicar a la Familia Xia.
—De esta manera, no solo se desharía de Mayordomo Liu, la carta salvaje, sino que también podría obtener la sangre de Qiao Xi. Se podría decir que mató dos pájaros de un tiro.
—Qiao Xi soltó una risita —murmuró ella— y se recostó en el sofá con los ojos cerrados. De repente, la puerta de la habitación privada se abrió y alguien se coló.
—Mayordomo Liu tenía una expresión feroz. Sostenía un cuchillo afilado en una mano y un pañuelo blanco en la otra. Murmuró:
—No me culpes. ¿Quién te pidió que me lastimaras? ¡Mereces morir!
