—Ella no quiere ser expuesta aún. Puedo cooperar con ella, pero… —dijo Gu Zheng.
No podía tolerar que Qiao Xi estuviera en peligro sola, e incapaz de imaginar qué estaba ocurriendo en la villa de la familia Xia en ese momento. La sensación de no poder contactarla era verdaderamente demasiado tortuosa.
Xia Cheng regresó a la villa y soltó un suspiro de alivio cuando vio el coche de Gu Zheng salir por las cámaras de vigilancia. Sin embargo, no sabía que el coche se detuvo después de salir del área de vigilancia y Gu Zheng se bajó del coche.
Por otro lado, la Señora Xia temía ser descubierta, así que solo pudo salir de la habitación de invitados. Quizás Xia Cheng pensara que, aunque el antídoto fuera efectivo, sería imposible que Qiao Xi despertara tan pronto, por lo que no envió a nadie a custodiar a Qiao Xi en absoluto.
