—Viejo Maestro Xia, en efecto es muy astuto —dijo Qiao Xi—. Está utilizando las pertenencias de mi madre para obligarme a volver. —Los ojos de Qiao Xi se entrecerraron ligeramente y su voz se volvió gradualmente fría.
—¿Cómo puedo obligarte? Eres una hija de la familia Xia —respondió Xia Cheng con una sonrisa orgullosa—. Por supuesto, todos esperamos que puedas regresar. Ven rápido. ¡Todos te están esperando!
—Está bien —dijo Qiao Xi con los ojos llenos de frialdad mientras colgaba.
—¡Bastardo! Cuando llegue a la familia Xia, veré qué tan arrogante puede ser —murmuró Xia Cheng cuya sonrisa en la cara desapareció de repente, y su mirada se volvió gradualmente viciosa.
—Abuelo, ¿realmente vamos a dejar que Xi Xi beba eso? Pero —fingió preocuparse Xia Mengyan.