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—Sr. Li, gracias por salvar a nuestra hija. ¡Por favor, acepte nuestra sinceridad!
Qiyue se quedó estupefacta. Extendió la mano para sujetar a Shen Kun y Jiang Jing.
—Papá, Mamá, ¿qué están haciendo? —preguntó.
Shen Kun alzó la vista hacia Qiyue y dijo:
—Yanyan, él te salvó. Es tu salvador y benefactor. Tú eres nuestra preciosa hija. Sé obediente y no nos detengas!
Qiyue soltó con hesitación.
Shen Kun y Jiang Jing se inclinaron ante el Viejo Maestro Li. Luego, Shen Kun continuó:
—Viejo Señor, gracias sinceramente por salvar a Shen Yan. Ella es nuestra vida y todo para nosotros. Ella es nuestra única hija. ¡Siempre recordaremos su bondad!
Qiyue miró al Viejo Li y se arrodilló sin dudarlo.
—Viejo Señor, no diré por qué me salvó, pero aún así lo hizo. ¡Siempre estaré agradecida por su bondad al salvar mi vida!
Mientras Qiyue hablaba, se inclinó solemnemente ante Shen Kun.