Shen Yan se sentía incómoda al ser observada por esas personas. Dijo apresuradamente:
—Suéltame ahora.
Fu Hang apoyó su barbilla en la cabeza de Shen Yan. La acarició tiernamente y declaró:
—No soporto dejarte ir.
Tan pronto como Fu Hang terminó de hablar, dos mujeres que pasaban los miraron con intriga.
La cara de Shen Yan se volvió delicadamente escarlata. Ella suavemente empujó a Fu Hang y preguntó:
—¿Quieres pasar el resto de tu vida parado afuera?
Fu Hang no pudo evitar elevar las comisuras de su boca en respuesta a las palabras de Shen Yan. Sonrió ampliamente y respondió:
—Está bien, escucharé a mi amorcito. ¿No soy obediente?
Fu Hang bajó la cabeza mientras examinaba a Shen Yan. Sus hermosos ojos estaban rebosantes de adoración. Ella llenó su mirada como si fuera su mundo entero.
Shen Yan se sintió un poco arrepentida. Se sentía increíblemente ineficaz. Estaba enojada con Fu Hang, pero su irritación duró menos de veinticuatro horas.