—Señorita Shen, lo siento. Tengo otros asuntos que atender. Tengo que irme ahora —respondió Anna con una sonrisa educada.
Era como si decenas de miles de hormigas mordieran todo el cuerpo de Anna. La picazón era insoportable, y el calor era insoportable. En este momento, deseaba poder quitarse toda la ropa.
—Señorita Anna, no te ves bien. ¿No te sientes bien? ¿Por qué no llamas al doctor para que te examine? —preguntó Shen Yan con preocupación.
En este momento, la cabeza de Anna ya estaba mareada. Shen Yan parecía haberse convertido en dos o tres personas frente a ella, y no dejaba de hablarle.
—¡Lárgate! —exclamó Anna realmente molesta.
La voz de Anna resonó en todo el salón, y todos los ojos se fijaron en ella.
Todo el mundo frunció el ceño cuando vieron la mirada feroz de Anna hacia Shen Yan.
—¿No dijiste que la señorita Anna es sensata y razonable? Para mí, parece una arpía
—¿Quién dijo eso? ¡Es tan aterradora y feroz!