—¿? —Shen Ruojing frunció el ceño.
—Estoy aquí por el mismo asunto también.
—En ese caso, Su Alteza la Princesa puede entrar, pero nadie más —dijo el guardia—. Miró a Chu Cichen y a Shen Qianhui.
Chu Cichen no era de País A y aún no estaba casado con Shen Ruojing, así que definitivamente no se le permitía entrar.
Pero Shen Qianhui…
—Esta es mi madre... la Reina y la persona más cercana a mi padre. ¿No le van a permitir la entrada? —rió con desdén Shen Ruojing.
—Su Alteza, las reglas del palacio siempre han establecido que las mujeres no pueden interferir en asuntos políticos, así que... —el guardia miró a Shen Ruojing y explicó.
—Si viniera la Emperatriz Viuda, ¿se atreverían a detenerla? —se burló Shen Ruojing.
—Por supuesto que no, pero la Emperatriz Viuda no es como las mujeres del harén corrientes. Ella ha manejado asuntos políticos antes y sus habilidades son conocidas por todos. Si ella quiere entrar, ¡debe haber una razón! —dijo el guardia con confianza.