—Mamá, los suegros de mi hermana vienen. ¿No crees que deberías bajar a verlos? Lo que estamos haciendo aquí no se ve bien —fingió aconsejarla Su Qingyan.
—¿Qué tiene de malo? ¡No iré a ver a esos parientes pobres! Y te lo digo, ¡tú tampoco tienes permitido bajar! Además, hemos dejado claro que ¡Su Yan ya no es mi hija! —se rió con desprecio Madre Su.
Padre Su quería decir algo, pero Madre Su le lanzó una mirada severa, haciendo que él suspirara silenciosamente.
—¡Mejor que no estén trayendo gallinas y patos con ellos, eh? ¡Esto es una villa, y sería vergonzoso que traigan esas cosas! —continuó Madre Su.
—Mamá, el Señor Lu parece venir de una familia decente. Dudo... —frunció el ceño Su Qingyan.